En 1973 se estrena la que para muchos es la mejor película de terror jamás rodada, “El Exorcista”, basada en la novela homónima de William Peter Blatty. Todo el mundo recuerda la cama que levitaba, la cabeza que giraba 360 grados y el puré de guisantes. El resultado: una peli de esas que luego te pasas dos semanas encendiendo todas las luces y mirando debajo de las camas. Para eso son las películas de miedo, ¿no?
En el año 2000 se reestrena la película con 10 minutos de metraje inédito, pertenecientes a unas pocas escenas que sí figuran en la novela pero finalmente no se incluyeron en la versión inicial. A mí personalmente me gusta más la versión de 1973, porque no me parece que las nuevas escenas aporten nada (una primera visita al médico, la araña en la escalera, una conversación entre los dos sacerdotes, …).
En 1977 se rueda una segunda parte, “Exorcista II: El Hereje”, que figura en muchas de las listas de peores películas de la historia del cine. Yo la he visto y, aunque no me parece que sea para despotricar tanto, sí que es una paranoia curiosa con unas cuantas tonterías. Una peli de la que podéis prescindir.
En 1990 el autor de la novela, William Peter Blatty, se encarga de dirigir “El Exorcista III”, que es una adaptación de la segunda parte de la novela (sí, ya sé que es un lío: hay dos novelas, que se corresponden con las películas primera y tercera). Aquí reaparecen varios personajes secundarios de la película original, como el teniente de policía Kinderman, el padre Dyer y otro que no os voy a decir quién es por si acaso la veis. El caso es que al Blatty este se le va la olla de una forma tremenda, mezclando asesinatos en serie, profanaciones, posesiones, escenas rodadas en plan vídeo-clip y demás tonterías. El resultado: igual que cualquier bodrio de psycho-thriller de los de hoy en día. De esta peli también podéis prescindir.
Finalmente, en 2004 llega a la gran pantalla “El Exorcista: El Comienzo”, que es la cuarta pero en realidad es la primera. Bueno, no, es la que va antes de la primera, o algo así. Cuando se agota la secuela, aparece la precuela. Todo vale con tal de vender. Para no ser menos que sus antecesoras, la historia de esta peli también es curiosa.
El proyecto comienza más o menos en 1999, con John Frankenheimer como director y Liam Neeson como protagonista. El caso es que Liam Neeson tiene un accidente de moto en el año 2000. Atropella un ciervo con su Harley Davidson del 89, fracturándose la pelvis y quedando fuera de juego por un rato largo (de cómo quedó el ciervo no sé nada). Es sustituido por Stellan Skarsgard (a toro pasado, viendo lo que se tardó en empezar a rodar, Liam Neeson habría tenido tiempo más que de sobra para reincorporarse). Mientras el guión pasa por una serie de revisiones que no conocen fin, John Frankenheimer fallece durante una intervención quirúrgica en verano de 2002. La silla de director es ahora para Paul Schrader, que se hace cargo del guión, introduciendo mucho terror psicológico y muy poco terror visual. El caso es que se filma la película y se entrega al estudio. La película obtiene la calificación de mayores de 16 años, y el estudio decide que la película da poco miedo, que necesita más sangre. Para ello se contrata al director Renny Harlin, al que se le encarga que dirija unas cuantas escenas que recuerden un poco más a la película original (sí, puré de guisantes y esas cosas) para incluirlas en el metraje de Schrader. El caso es que Harlin empieza a gustarse y acaba re-rodando la película entera (eso sí, con el beneplácito del estudio), de forma que en el montaje definitivo no sobrevive ningún plano de todo lo rodado por Paul Schrader. Al final, el estudio consigue la calificación R (mayores de 18 años), y a principios de 2004 por fin se le da carpetazo al rodaje.
La historia se sitúa en 1949. El padre Merrin, sumido en una profunda crisis de fe, ha colgado los hábitos y se centra exclusivamente en su carrera de arqueólogo. Se le encomienda dirigir una excavación en el este de África, donde ha aparecido una iglesia enterrada en mitad del desierto. ¿Adivináis quién acaba apareciendo en la iglesia? Sííííííí, ese señor de cuernos, barbita de chivo y con más rabo que Dinio. Pero claro, como el enfrentamiento ha de producirse al final de la película, en medio hay que rellenarla con cosas, con lo primero que se pille. Al final nos queda una sucesión de despropósitos: personajes que aparecen y desaparecen sin que se acabe de saber si es mejor lo uno o lo otro, flashbacks que habrían quedado mucho mejor de haber sido un prólogo, y un padre Merrin que no parece saber muy bien qué pinta en todo esto y que sin comerlo ni beberlo se ve atrapado en un exorcismo de chiste. Todo aderezado con algunas malas imitaciones a la primera película de la saga. Parafraseando al demonio Pazuzu ese, definitivamente “Dios no está aquí hoy”.
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El desgaste a lo largo de este tiempo ha sido importante para todos, y cuando algo con lo que deberías disfrutar se convierte en una rutina, en una obligación... acabas por perder la motivación.
Es probable que algún día JeSúS Club reabra sus puertas, no sé con qué forma, con qué fondo, ni cuándo, pero confío en que vuelva. Esto es tan sólo el fin de un ciclo...
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También me gustaría dar las gracias a todos los lectores que con mayor o menor frecuencia habéis querido pasaros por aquí y compartir con nosotros este espacio.
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