6.4.09

[Cine] Casino

Cuando se quiere a una persona, hay que confiar en ella. No hay otra forma. Tienes que darle la llave de todo lo que posees. Si no, ¿de qué sirve tu amor?

Durante un tiempo, yo creí vivir un amor de esa clase.



Después de haber hablado de “Uno de los Nuestros”, era sólo cuestión de tiempo que Martin Scorsese nos visitara de nuevo con su otra gran película sobre la mafia.

Muchas son las películas que tienen por protagonistas a uno o varios perdedores. De hecho, es uno de los temas favoritos de algunos cineastas, como por ejemplo John Huston, que dio buena muestra de ello con películas como “El Halcón Maltés” o “El Hombre Que Pudo Reinar”. Y al igual que en esta última, el principio de “Casino” nos adelanta el trágico final de la historia, en palabras de uno de sus protagonistas:

La verdad es que nadie conocía todos los detalles, pero era una situación perfecta. Él me tenía a mí, Nicky Santoro, su mejor amigo, para guardarle las espaldas, y tenía a Ginger, la mujer que amaba, colgada de su brazo. Pero al final lo jodimos todo. Pudo haber sido perfecto, pero fue la última vez que a gente de la calle como a nosotros se le dio el puto control de algo tan valioso.

Retrocedemos diez años. Estamos a principios de la década de los 70. Sam “Ace” Rothstein es probablemente el mejor apostador de los Estados Unidos, y los grandes capos han pensado en él para dirigir uno de sus casinos en Las Vegas, el Tangiers. Tras aceptar el trabajo, Sam pone su cerebro a disposición de la organización, y hace honor a la confianza en él depositada, revelándose como un gerente excepcional, perfectamente consciente del objetivo de su trabajo:

Las Vegas es un lugar que limpia los pecados de los tipos como yo. Es un túnel de lavado para la moral. Hace por nosotros lo que Lourdes hace por los jorobados y paralíticos. Y además de convertirnos en legales, genera dinero. Toneladas de dinero.

A pesar de que el negocio es legal, al menos en la parte que a él le toca, Sam no se ha caído de un guindo, y sabe muy bien qué clase de gente mueve los hilos de la ciudad:

En aquella época, Las Vegas era el lugar al que llegaban millones de pardillos cada año en avión para dejarse cerca de mil millones de dólares. De noche no se veía el desierto que rodea la ciudad, pero en aquel desierto se solucionaban muchos de los problemas de Las Vegas.

Su amigo Nicky Santoro es más explícito:

Hay muchos agujeros cavados en ese desierto, y muchos problemas enterrados en ellos. Pero hay que hacer bien las cosas. Hay que haber cavado el agujero antes de llegar con el paquete en el maletero. Si no, tienes que tirar de pala durante treinta o cuarenta y cinco minutos. ¿Y quién te asegura que en ese tiempo no aparece alguien? Eso te obligaría a cavar unos cuantos agujeros más. Vamos, que te puedes pasar allí toda la puta noche.

En ese ambiente, Sam y Nicky se mueven como pez en el agua. Combinando el cerebro de uno con los músculos del otro, cuidan las relaciones con la clase política local y consiguen mantener a raya a los tramposos y a los miembros de bandas rivales. De este modo, los dos compañeros empiezan a prosperar en el negocio, ganando mucho dinero y haciendo ganar todavía más a sus jefes. Pero siempre hay un pero. Y en este caso es muy cinematográfico, ya que se trata de una mujer. Cuando Ginger entra en la vida de Sam (o mejor dicho, cuando Sam se empeña en meter a Ginger en su vida), su mundo perfecto no tardará en empezar a desmoronarse.



Gran parte del equipo de “Uno de los Nuestros” vuelve a reunirse un lustro después, con Robert de Niro encabezando el reparto en el papel de Sam y Joe Pesci dando vida a Nicky Santoro, un personaje parecido al Tommy DeVito que le valió el Oscar años antes. Una guapísima Sharon Stone completa el trío protagonista interpretando a Ginger, y entre los secundarios podemos ver a James Woods, Don Rickles y Kevin Pollak. Dirige Martin Scorsese, que vuelve a colaborar con Nicholas Pileggi en la escritura del guión, nuevamente basado en una historia real.

Desde el primer momento, no parece haber dudas sobre la condición de protagonista del personaje de Sam, pero la complejidad del entorno que le rodea es tal que después de varios visionados se pueden seguir descubriendo nuevos detalles en la trama, atribuyendo a cada personaje su cuota de responsabilidad en el derrumbe del negocio. Una primera impresión, si no hemos estado muy atentos, nos puede llevar a echarle la culpa de todo a Ginger, que en el fondo no deja de ser una prostituta de lujo, aunque esto no se mencione explícitamente en la película. Y en efecto, Ginger es el más claro factor desestabilizador en la vida de Sam.

Pero no es menos cierto que es Sam quien se niega a reconocer la realidad, y comete la imprudencia de, según sus propias palabras, darle a Ginger la llave de todo lo que posee. En el fondo, el mejor apostador del país sabe dónde se mete, y lo sabe desde el primer momento, pero aun así sigue adelante, hasta el punto de casarse y tener una hija. Sam intenta engañarse a sí mismo, reduciendo el asunto a una mera cuestión de dinero: mientras los billetes sigan fluyendo del bolsillo de Sam a las manos de Ginger, no habrá problema. No, señor, no puede haberlo. ¿Quién es ahora el culpable? ¿Ginger, que en el fondo nunca ha intentado ocultar cómo es, o Sam, que ha negado siempre el problema? Aquí dejamos de ser injustos con Ginger y empezamos a culpar a Sam de todas sus desdichas.

Para acabar de complicar las cosas, observando más de cerca de Ginger se puede apreciar su relación de dependencia con Lester, una especie de novio/chulo que la exprime continuamente, sin que podamos entender qué es lo que la ata a él. Se completa así un atípico triángulo amoroso. Bien, esto no deja de ser una extensión de lo que Sam siente por Ginger, quien comete con Lester el mismo pecado que Sam con ella. Aquí podemos pensar que nos hemos pasado un poco con Sam, y volvemos a cargar parte de las culpas sobre Ginger. Ah, y Lester nos cae mal.

La relación entre Sam y Ginger, con todos sus tira y afloja, se convierte así en el motor de la película, y en el aparente epicentro del terremoto que sacudirá el negocio. Pero las cosas siguen sin ser tan simples. Por un lado, Sam desata las iras de un concejal cuando despide a uno de sus parientes por inepto y se niega posteriormente a readmitirlo. Esto le causará problemas en su trabajo, ya que desembocará en la revisión y denegación de su petición de licencia para trabajar en el casino. Lejos de darse por vencido, Sam monta un circo que convierte la Marbella de Jesús Gil en un chiste. Todo esto sucede en una etapa tranquila de su relación con Ginger, así que es demasiado pronto para echarle la culpa a su esposa.



Por otra parte, Nicky ha empezado a montar su propio chiringuito en la ciudad, y poco a poco va perdiendo el control, cometiendo más y más excesos:

- Escucha, Nicky. Ya hemos hablado de esto. Te expliqué muy claramente que existía la posibilidad de que sufrieras algunas pérdidas.
- Ya… Quiero que me devuelvas mi dinero.
- ¿Qué vas a hacer? ¿Retorcerme un brazo?
- ¿Sabes? Creo que tienes una imagen equivocada de mí, y lo menos que puedo hacer es explicarte exactamente cómo funciono. Por ejemplo, mañana me levantaré pronto y me daré un paseíto hasta tu banco. Luego entraré a verte, y si no tienes preparado mi dinero, delante de tus empleados te abriré tu puta cabeza, y cuando cumpla mi condena y salga de la cárcel, con suerte tú estarás saliendo del coma. ¿Y qué haré yo? Te volveré a romper la puta cabeza, porque yo soy idiota, y a mí lo de la cárcel me la suda. A eso me dedico. Así funciono yo.


Por no hablar del punto de paranoia que tiene el trabajo diario en el Tangiers:

En Las Vegas, todo el mundo se vigila mutuamente. Los jugadores sólo están pendientes de ganar al casino. Los croupiers vigilan a los jugadores. Los jefes de mesa vigilan a los croupiers. Los encargados vigilan a los jefes de mesa. Los jefes de planta vigilan a los encargados. Los managers vigilan a los jefes de planta. El gerente del casino vigila a los managers. Yo vigilo al gerente del casino. Y el ojo de la cámara nos vigila a todos nosotros.

Caray, que estrés. Y no acaba ahí la cosa. Por ejemplo, tenemos a un lugarteniente mafioso que lleva un libro de gastos para poder reclamar a sus jefes que le paguen las dietas de sus viajes a Las Vegas, y que encima habla abiertamente de su trabajo en un local pinchado hasta la saciedad por los federales. En fin, yo diría que es la confluencia de varias circunstancias la que mata la gallina de los huevos de oro. Las tensiones entre Sam y Ginger son sólo uno de los ingredientes de la receta del fracaso. El propio Sam lo insinúa hacia el final de la historia.

Desde luego, “Casino” es una película parecida a “Uno de los Nuestros”. Ambas se basan en una historia real ambientada en el mundo de la mafia, y cuentan cómo la idílica vida de sus protagonistas se acaba viniendo abajo. La presencia de Scorsese, Pileggi, De Niro y Pesci contribuye a acentuar aún más estas semejanzas, pero “Casino” posee sus propios matices, que hacen de ella una película diferente. Mientras Henry Hill se complicaba la existencia con un negocio de tráfico de drogas que sus jefes le habían prohibido terminantemente, Ginger es en cierto modo la “droga” de Sam, pero no es el único motivo del desastre. Nicky Santoro nos recuerda a Tommy DeVito, pero este último era, recordando su primera gran escena en “Uno de los Nuestros”, un tipo más gracioso, mal que le pese. Por cierto, la escena en la que Nicky tortura a un matón metiendo su cabeza en una prensa se corresponde totalmente con un hecho real.

Quizás la diferencia más clara respecto a “Uno de los Nuestros” sea la existencia de una línea argumental más definida, ya que en esta ocasión el protagonista no es un matón, sino un “empresario”. Así como Henry Hill construía su historia recordando anécdotas de multitud de “trabajos”, la historia de Sam Rothstein gira siempre en torno a su actividad en el casino, lo que da una sensación de mayor continuidad a lo largo de la película. Recordemos que los detractores de “Uno de los Nuestros” veían aquí un gran defecto. Yo sólo veo dos historias distintas que requieren dos estilos distintos. No hay más que ver el vestuario que usa Robert de Niro. Si es que esta gente de Las Vegas…

En lo que estamos (casi) todos de acuerdo es en que Scorsese volvió a conseguir un gran éxito cinco años después, recuperando a un guionista y dos actores en plena forma e incorporando a una Sharon Stone que borda el mejor papel de su carrera. Desgraciadamente, los años no pasan en balde, y poco queda de aquel equipo: Scorsese ha ganado por fin el tan ansiado Oscar por “Infiltrados”, de forma más honorífica que merecida; De Niro no recuerda cuál fue su última película verdaderamente buena; Joe Pesci lleva años retirado, salvo su breve participación en “El Buen Pastor”, dirigida precisamente por De Niro; y la Stone ya ha cumplido la cincuentena, así que sus días de sex symbol han pasado. En fin, menos mal que nos queda el DVD.

© Zineman

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1 Comentarios:

Anonymous Ardorín dijo...

Amén hermano

06 abril, 2009 11:56  

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