[Cine] El jovencito Frankenstein

La crítica de esta semana hará las delicias de algunos de mis amigos, ya que hablamos de “El Jovencito Frankenstein”, una de las comedias más exitosas de la década de los 70.

Cuenta la historia que el profesor J.R.R. Tolkien se encontraba corrigiendo exámenes en su despacho cuando se encontró con una hoja de ejercicios que un estudiante había dejado en blanco. En ella escribió una frase que le vino de repente a la cabeza: “En un agujero en el suelo, vivía un hobbit”. Así comenzó Tolkien la escritura de “El Hobbit”. No son pocos los que hoy en día agradecen a aquel alumno que no hubiera estudiado, pues de lo contrario es posible que “El Hobbit” y “El Señor de los Anillos” no hubieran llegado a existir.

Algo parecido ocurrió muchos años después, en 1973, cuando Gene Wilder cogió un bolígrafo azul, abrió una libreta amarilla y escribió unas palabras que cruzaron su mente en aquel preciso instante: “El Jovencito Frankenstein”. A partir de ellas se le ocurrió una idea: ¿y si el doctor Victor Frankenstein hubiera tenido un nieto?

Mientras plasmaba sus ideas en el papel, Wilder recibió una llamada de su nuevo agente, Mike Metavoy, que quería proponerle una película con Marty Feldman y Meter Boyle:

– Pues estaría bien. ¿Cómo se te ha ocurrido esa idea?
– Es que ahora os represento a los tres.

En ese momento, Wilder le contó a Metavoy que se le acababa de ocurrir una historia que podía funcionar, y le envió sus apuntes. Días más tarde, Mel Brooks se unía al equipo, como director y coguionista junto a Gene Wilder.

El punto de partida de “El Jovencito Frankenstein” es bastante simple. Han pasado diecisiete años desde el fallecimiento del barón Beaufort Von Frankenstein. Siguiendo las instrucciones del anciano, se va a proceder a la lectura de su testamento una vez cumplido el centenario de su nacimiento. En el despacho del notario se reúnen varios de sus parientes: dos primos, dos sobrinos y una “amiga del alma” que acude en compañía de su hija, a la que el Barón quería “como un padre”. El testamento del anciano es claro: les deja toda su fortuna… a menos que su bisnieto Frederick, que vive en los Estados Unidos, haya cursado los estudios de medicina y alcanzado cierto prestigio en su profesión. De este modo habría limpiado el apellido familiar de la vergüenza infligida por Victor, hijo del Barón y abuelo de Frederick, y sería declarado heredero universal. El caso es que el joven Frankenstein es neurólogo y se le considera la quinta eminencia mundial en su especialidad, así que los parientes del Barón se van con las manos vacías. Todo esto no figura en la película, pero no me lo he inventado yo, sino que pertenece a una de las escenas eliminadas, incluidas en los extras del DVD.

Lo que sí vemos en la película son las aventuras y desventuras de Frederick en Transilvania, adonde llega renegando de su abuelo. Las circunstancias le harán cambiar de opinión y retomar el trabajo de su pariente, lo que le ocasionará una gran cantidad de problemas.

“El Jovencito Frankenstein” fue concebida como una parodia de las películas clásicas de Frankenstein, protagonizadas por Boris Karloff. Por este motivo se decidió emplear la misma estética, aunque más exagerada, y, por supuesto, rodar en blanco y negro. Esto último no convencía a los estudios, que temían una mala respuesta por parte del público si la película no se filmaba en color. Finalmente, Mel Brooks se salió con la suya.

El esmero en la recreación de la historia no resultaba precisamente barato. El presupuesto, de 2.800.000 dólares, hizo que Columbia rechazara la película. Por suerte, el productor, Michael Gruskoff, encontró el respaldo necesario en un amigo suyo que trabajaba en la Fox, Alan Ladd Jr., de quien ya hemos hablado en nuestro especial de “La Guerra de las Galaxias”. Por fin se pudo dar luz verde al rodaje.



El reparto de la película es sencillamente perfecto. Cada uno de los actores encaja como un guante en su papel y explota al máximo las posibilidades de su personaje. Como el guión distribuye los chistes de forma bastante proporcionada, ningún actor destaca especialmente sobre los demás, sino que se forma un bloque perfectamente compensado que funciona a las mil maravillas. En el bando masculino, Gene Wilder se reservó el papel protagonista, Frederick Frankenstein; Marty Feldman es perfecto para interpretar a Igor, ayudante de Frederick; Peter Boyle es el monstruo; y Kenneth Mars, un actor cómico especialista en personajes exagerados, es el inquietante inspector Kemp. En el bando femenino, Madeline Kahn rechazó el papel de ayudante, eligiendo el de la prometida de Frederick (Gene Wilder creyó que era un error hasta que vio cómo la chica tomaba las riendas del personaje, dándole su toque particular); Teri Garr es Inga, la atractiva ayudante del doctor; y Cloris Leachman es la espeluznante Frau Blücher, ama de llaves de la familia Frankenstein y protagonista de algunos de los mejores gags. En un pequeño papel, interpretando al ciego de la cabaña, podemos ver a Gene Hackman, amigo personal de Wilder, al que pidió que le dejara aparecer en la película. Muchos espectadores fueron incapaces de reconocerle.

La lista de escenas memorables de “El Jovencito Frankenstein” es bastante larga: la despedida de los prometidos en la estación de tren, donde empezamos a calar a la prometida de Frederick; el encuentro del doctor Frankenstein-se-pronuncia-Fronconstin con Igor-se-pronuncia-Aigor; el miedo que Frau Blücher le da a los caballos; el descubrimiento del laboratorio secreto; el cerebro del señor A. Normal; la joroba móvil de Igor (o Aigor); la partida de dardos entre Frederick y el inspector Kemp, cuyo brazo mecánico sustituye al que le arrancó el monstruo creado por Victor Frankenstein (de nuevo obtenemos información de las escenas eliminadas); o la visita del monstruo a la cabaña del ciego, entre otras.



“El Jovencito Frankenstein” fue una de las comedias de mayor éxito de su década. Recaudó más de 80 millones de dólares sólo en los Estados Unidos, cosechando además excelentes críticas. Pero la prueba definitiva es que entre aquellos que detestan el humor de Mel Brooks hay personas a las que les encanta esta película. Vivir para ver.

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