[Cine] El Violinista en el Tejado

La semana que viene celebramos el primer cumpleaños de la sección de cine, y para ir abriendo apetito recordamos otro aniversario. El próximo jueves día 3 se cumplen 34 años del estreno de “El Violinista en el Tejado”, uno de los musicales más famosos y exitosos de la historia del cine.

Durante finales del s. XIX y principios del XX, el ucraniano Sholom Yakov Rabinowitz escribió decenas de relatos bajo el pseudónimo Sholom Aleichem (“la paz sea contigo”). Su trabajo le valió el apodo de “el Mark Twain judío”, y su mayor éxito lo consiguió con la novela “Las Hijas de Tevye”, que luego convirtió en la obra teatral “Tevye el Lechero”. En ellas se inspiró Joseph Stein para escribir el musical “El Violinista en el Tejado”, estrenado en 1964. Su título no procede de los libros de Sholom Aleichem, sino de una pintura de Marc Chagall, “El Hombre Muerto”, en la que se puede ver a un hombre tocando el violín sobre un tejado. En 1971, se rodaba la adaptación cinematográfica del musical, con guión del propio Stein.






“El Violinista en el Tejado” nos cuenta la historia de Tevye, un humilde lechero judío que vive con su mujer y sus cinco hijas en la aldea rusa de Anatevka. Ya en la escena inicial de la película (antes incluso de los créditos iniciales), Tevye interpreta el primer número, dejándonos claro que los judíos de Anatevka se rigen únicamente por las tradiciones de su cultura. Para afianzar visualmente esta idea, en fugaces planos se nos muestran la Torah, la estrella de David y el candelabro de siete brazos. El violinista en el tejado, que aparece brevemente antes de la presentación de Tevye y después comparte la pantalla con los créditos iniciales, es una figura alegórica que representa los malabarismos que el lechero tiene que hacer para salir airoso de todos los problemas que se le presentan. De hecho, Tevye confiesa que “aquí, en nuestro pueblecito de Anatevka, puede muy bien decirse que cada uno de nosotros es un violinista en el tejado, que intenta ejecutar una tonada grata y sencilla sin romperse la cabeza”.

La principal preocupación de Tevye es conseguir marido para sus tres hijas mayores, Tzeitel, Hodel y Chava, ya en edad casadera. Las dificultades que se derivan de ello conforman el hilo argumental de la película. El estricto modus vivendi impuesto por la cultura judía obliga a Tevye a enfrentarse a tres conflictos, uno por cada hija, que aumentan progresivamente de dificultad. La tradición manda que la casamentera del pueblo proponga un novio, el padre de la novia decida si concede o no la mano de su hija, y ésta acate la resolución paterna sin rechistar. Cuando el carnicero del pueblo, Lazar Wolf, pide la mano de Tzeitel, Tevye acepta sin dudarlo. Sin embargo, Tzeitel se ha prometido en secreto con Motel, el sastre del pueblo, al que conoce desde que eran niños. Desolada por la noticia, la hija suplica al padre que no le obligue a casarse con Lazar. Después de una profunda reflexión, sopesando los pros y los contras, Tevye decide respetar los deseos de Tzeitel, que por fin puede casarse con Motel. Con el tiempo, el lechero se dará cuenta de que ha tomado la decisión acertada. Su hija ha renunciado a una vida repleta de comodidades, pero Motel y ella son tan felices que ni siquiera se fijan en la gran pobreza que rodea su vida.

La segunda hija es más osada. Hodel se ha enamorado de Perchik, un joven judío bolchevique que ha estado ejerciendo de maestro para las hijas de Tevye. Han decidido que se van a casar y Hodel acude a su padre para pedirle su bendición, dejándole muy claro que el matrimonio se celebrará aunque él se oponga. Nuevamente, Tevye evalúa la situación y finalmente decide conceder a los jóvenes tanto su bendición como su consentimiento. Cuando Perchik es deportado a Siberia, Hodel debe dejar a su familia para reunirse con él. Nuevamente, Tevye comprende que la felicidad de su hija está por encima del dolor que esta separación puede suponer, tanto para la familia como para la propia Hodel. De hecho, este es el tema principal del número “Far from the Home I Love”, interpretado por la hija de Tevye en la estación de ferrocarril, mientras aguarda la llegada del expreso con destino a Siberia.

El tercer asalto puede definitivamente con Tevye. Chava se ha enamorado de Fyedka, un joven cosaco, y acude a su padre porque se quieren casar. El lechero se enfrasca por tercera vez en una honda reflexión, pero esta vez decide no dar su consentimiento. Con gran dolor, Tevye rechaza a su hija, que se casa con Fyedka según el rito cristiano ortodoxo. Sólo al final de la historia se deja intuir el perdón de Tevye, sugiriéndonos que con el tiempo acabará retomando su relación con Chava, aunque eso ya queda fuera de la película.

El tema central de “El Violinista en el Tejado” es el clásico enfrentamiento entre los mayores, que velan por el cumplimiento de las tradiciones, y los jóvenes, que quieren decidir su futuro libremente. Esto desemboca en una colisión entre valores personales, representados aquí por la familia y las creencias. Las creencias son ideas reforzadas por un sentimiento de certeza, que nos hacen percibir el mundo de un modo particular. Nos hacen ver problemas y nos ayudan a encontrar soluciones, ya sean mejores o peores. Por este motivo, nos dan cierta sensación de seguridad en todo lo que hacemos. De hecho, cuando algo no encaja en nuestras creencias desarrollamos teorías que clasifican lo insólito como una excepción a la regla. En otras palabras, cuando surge la duda nos vemos obligados a buscar (o incluso inventar) algo que nos devuelva la seguridad perdida.



Este problema se agrava cuando las creencias chocan con otro valor de igual importancia. En el caso de Tevye, no le queda más remedio que escoger entre acatar lo que dictan sus creencias y la felicidad de sus hijas. El resultado no es siempre el mismo, ya que la dificultad va aumentando en cada problema. Tevye cuenta con un cierto margen de maniobra, fijado por los límites que su fe le impone, y ello le permite salir airoso con Tzeitel y Hodel. Pero si algo no encaja en ese margen, como sucede con su tercera hija, ha de elegir entre suprimir los elementos de la realidad que ocasionan el conflicto (desentenderse completamente de Chava y Fyedka) o replantearse sus creencias (ese final abierto, que deja entrever una probable reconciliación futura entre padre e hija). Se trata de decisiones muy complicadas, ya que, elija lo que elija, Tevye deberá renunciar a algo muy importante para él. Por este mismo motivo, tampoco se puede ser demasiado severo con el protagonista, censurando o aprobando su actitud sin reservas. Lo que se nos quiere decir es que la vida es muy complicada, y este tipo de situaciones se le puede presentar a cualquiera de nosotros. Cuando llega ese momento, no nos queda más remedio que elegir y seguir adelante. En algunas ocasiones, se presentará la oportunidad de rectificar, como se intuye en el caso de Chava.



La dirección de la película corre a cargo de Norman Jewison, al que los ejecutivos de The Mirisch Corporation ficharon porque pensaban que era judío. De hecho, lo primero que les dijo Jewison nada más conocerles fue: “Saben que no soy judío, ¿verdad?”. En fin, la vida te da sorpresas. El reparto está encabezado por el israelí Topol, que ya había interpretado a Tevye en el musical, en los escenarios de Tel Aviv y Londres. La estadounidense Norma Crane es su esposa Golde, y Rosalind Harris, Michele Marsh y Neva Small interpretan a las tres hijas mayores, Tzeitel, Hodel y Chava. Sus pretendientes son Leonard Frey (Motel), Paul Michael Glaser (Perchik) y Ray Lovelock (Fyedka).

La historia de este reparto es curiosa. En un principio se pensó en Zero Mostel para el papel de Tevye, ya que lo había interpretado en el musical de Broadway, pero los productores lo rechazaron por considerarlo poco realista, ya que potenciaba la faceta cómica del personaje. El cabreo de la familia Mostel fue tal que, años después, cuando a su hijo Josh se le ofreció un papel en la serie “Delta House” (continuación televisiva de la exitosa película “Desmadre a la Americana”), éste preguntó si lo había rechazado el hijo de Topol. Para el papel de Golde se contrató a la alemana Hanna Meron, que poco antes del rodaje perdía una pierna en un atentado terrorista en Munich. Su sustituta, Norma Crane, sabía que padecía un grave cáncer de mama (fallecería dos años después), y sólo compartió su secreto con Topol, Jewison y uno de los productores. Assi Dayan, el hijo del antiguo ministro israelí Moshe Dayan, fue contratado para interpretar a Perchik, pero su incapacidad para recitar los diálogos en inglés obligó a sustituirlo por Paul Michael Glaser, el Starsky de la serie de televisión “Starsky y Hutch”, que tuvo que ocultar sus ojos azules bajo unas lentillas de color castaño.



La banda sonora es una adaptación del musical de Joseph Stein llevada a cabo por John Williams, cuya labor fue recompensada con un premio Oscar. Los solos de violín están interpretados por uno de los mejores violinistas del siglo XX, Isaac Stern (no, no es el que sale en la película; ese es un bailarín). Entre todos los números musicales debemos destacar el larguísimo prólogo, donde Tevye nos deja clara la importancia de las tradiciones en su cultura; el famosísimo “If I Were a Richman”, que popularizó en España la campaña de publicidad del Libretón; la oración del Sabbath; el “sueño” de Tevye; la boda de Motel y Tzeitel, con el famoso baile de las botellas; y el melancólico “Anatevka”, que precede a la partida final. Cuando la música no suena, lo mejor de la película está en las constantes conversaciones de Tevye con Dios, al que trata con respeto, pero sin que ello le impida echarle en cara algunas cosas.

La larga duración de la película (unas tres horas) no supone ningún lastre para el espectador, ya que el combinado de música, comedia y drama resulta perfecto. Gracias a la cercanía de la historia, cualquiera de nosotros puede identificarse con el simpático Tevye, y compartir sus alegrías y sus tristezas. Porque cada uno de nosotros es, en algún momento de su vida, un violinista en el tejado.

© Zineman