[Cine] La Gran Evasión

Las películas sobre la Segunda Guerra Mundial constituyen por sí solas todo un género dentro del cine bélico. Hoy recuperamos uno de sus grandes clásicos, gracias al DVD. “La Gran Evasión” es la favorita de muchos, aunque no la mía. He de confesar que es la segunda en mi ranking particular, sólo superada por una que algunos de mis amigos conocen y de la que tal vez hablemos aquí algún día.

En marzo de 1943, el piloto aliado Paul Brickhill fue derribado por el ejército del Eje mientras sobrevolaba Túnez a los mandos de su avión Spitfire. Una vez hecho prisionero, fue trasladado al campo de Stalag Luft III, donde la Luftwaffe se hacía cargo de la custodia de los pilotos aliados capturados. Allí conoció a Roger Bushell, un oficial británico que había ideado un ambicioso plan cuyo objetivo era conseguir la fuga de más de doscientos prisioneros del campo. Brickhill fue uno de los muchos que colaboraron en los preparativos de “la gran evasión”.



Los pilotos aliados recibían numerosos envíos de material aparentemente inofensivo, procedentes de una institución benéfica (hoy diríamos oenegé) llamada “Mujeres americanas para el apoyo de nuestros prisioneros de guerra”. Estos paquetes ocultaban objetos imprescindibles para el éxito de cualquier intento de fuga, como piezas de radio o moneda alemana. Por otra parte, los envíos de la Cruz Roja permitían a los prisioneros disponer de material para comerciar, con lo que podían conseguir las herramientas necesarias para el plan de huida. Incluso pudieron chantajear a un soldado alemán para que les consiguiera una cámara fotográfica, rollos de película y material de revelado, lo que fue muy útil a la hora de elaborar documentación falsa.

Bushell decidió que se cavarían tres túneles, llamados Tom, Dick y Harry, a unos ocho o diez metros de profundidad. Si los alemanes descubrían alguno de ellos, podrían seguir trabajando en los demás. Al final fue Harry el que permitió llevar a cabo la osada fuga. Pero los encargados de realizar las mediciones habían cometido un error: el túnel se había quedado corto, y su salida se encontraba a medio camino entre el bosque y las alambradas del campo. A los prisioneros no les quedó otro remedio que correr el riesgo y seguir con el plan. Fueron descubiertos cuando habían escapado 76 hombres, ni la mitad de lo inicialmente planeado.



Cuando la noticia llegó a oídos de Hitler, éste montó en cólera. Sus órdenes fueron tajantes: los prisioneros evadidos suponían una grave amenaza para la seguridad interna del país, por lo que debían ser ejecutados en cuanto fueran capturados. Su gabinete intentó convencerle de que semejante decisión iba en contra de todas las leyes no escritas de la guerra. Consiguieron que se apaciguara un poco, y al final se conformó con fusilar a más de la mitad de los fugados. Himmler sería el encargado de decidir la cifra exacta: 50.

Ajenos a todo el revuelo que habían provocado, los evadidos intentaron llegar lo más lejos posible en su huida. Sólo tres consiguieron escapar. El resto fueron capturados y, después de la criba de la Gestapo, Hitler tuvo sus 50 ejecutados. Los 23 supervivientes fueron enviados de regreso a los campos de prisioneros.

Al finalizar la guerra, el Ejército Británico designó un equipo de investigadores con la única misión de encontrar a los oficiales de la Gestapo responsables de la matanza. El resultado final fue de 18 detenidos, de los que 13 fueron ejecutados y el resto condenados a penas que oscilaban entre diez años y cadena perpetua. Mientras tanto, los prisioneros supervivientes no han dejado nunca de lamentar la pérdida de sus amigos. Es indudable que Roger Bushell consiguió su objetivo de entorpecer al máximo la labor del enemigo, ya que varios miles de soldados alemanes fueron asignados durante semanas a la misión de búsqueda y captura de los fugados, en vez de luchar en el frente, donde tanta falta le hacían a Hitler. Pero el precio pagado a cambio fue demasiado alto, y casi todos los supervivientes se muestran convencidos de que no mereció la pena.



Toda esta historia fue recogida por Paul Brickhill en un libro, titulado “La Gran Evasión”, que se publicó en 1950. La novela cayó en manos del director John Sturges, que percibió al instante el potencial cinematográfico del relato y comenzó una odisea particular que se prolongaría durante trece años. Como tenía contrato con la Metro Goldwin Mayer, Sturges intentó convencer al jefazo del estudio, Louis B. Mayer, pero nadie compartía su entusiasmo. ¿Qué puede haber de atractivo en una historia en la que sólo tres personas consiguen escapar, y en la que no intervienen personajes femeninos (con lo que se esfuma la posibilidad de incluir un romance)?

En 1960, el gran éxito de “Los Siete Magníficos” permitió finalmente a Sturges sacar adelante el proyecto de “La Gran Evasión”. Para uno de los papeles protagonistas fichó a Steve McQueen, con el que ya había trabajado en “Los Siete Magníficos”, y que en un principio no estaba muy convencido, ya que sus dos últimas películas, “El Amante de la Muerte” y “Comando”, también estaban ambientadas en la Segunda Guerra Mundial y habían fracasado en taquilla. Aceptó el papel con una condición: que su personaje participara en una persecución con una moto. Esto obligó a reescribir parte del guión, pero a cambio había nacido una de las escenas más famosas (tal vez la que más) de “La Gran Evasión”.


Roger Bushell vs. Richard Attenborough

Una vez arreglado el tema de Steve McQueen, se completa un espléndido reparto internacional con actores como James Garner, Richard Attenborough, Charles Bronson, James Coburn y Donald Pleasance. La música la pone Elmer Bernstein, autor de una de las melodías más pegadizas de la historia del cine. El resultado es una emocionante historia de diseño, preparación y ejecución de una ambiciosa fuga en masa, combinando elementos de acción, suspense y un poquito de comedia.

Por supuesto, parte de los hechos reales fueron modificados para hacer la película más comercial. La fuga real tuvo lugar en una de las noches más frías del año, por lo que la zona se encontraba cubierta por la nieve, al contrario que en la película. También se potenció la participación de los personajes estadounidenses, cuando el único preso americano que jugó un papel verdaderamente significativo en “la gran evasión” fue John Dodge, un pariente lejano de Winston Churchill que fue liberado poco después de su recaptura, en un intento alemán por alcanzar una paz negociada. En 1988 se rodó una miniserie de televisión, “La Gran Evasión II: La Historia Jamás Contada”, en la que aparecía Dodge, interpretado por el ya fallecido Christopher Reeve.

Conocéis sobradamente mi postura respecto a las películas basadas en hechos reales. Considero lícito introducir algún cambio, siempre y cuando no se intente engañar al público asegurando que todo lo que se ve sucedió realmente. “Basada” significa precisamente eso: que se toma como base. “La Gran Evasión” es una de esas películas que respetan los fundamentos de la historia real. De hecho, se organizaron pases de prueba previos al estreno, a los que asistieron los supervivientes de Stalag Luft III, que se mostraron muy satisfechos con la película. Por ejemplo, se recoge el motivo por el que fue capturado Roger Bushell (Roger Bartlett en la ficción): su compañero de fuga respondió en inglés a una pregunta de un oficial alemán en el mismo idioma. Aquel error les costó la vida a ambos.

“La Gran Evasión” se convirtió en un enorme éxito de crítica y público. Se trata de una de las películas más emblemáticas sobre la Segunda Guerra Mundial, y constituye todo un espectáculo cinematográfico, además de un homenaje a los 50, a quienes va destinada la dedicatoria final.



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