[Cine] Infierno de Cobardes

Un forastero llega cabalgando a la localidad de Lago, en pleno Oeste. Cuando tres matones se pasan de listos con él, los cose a tiros. Cuando la mujer de moral más distraída del pueblo se le insinúa descaradamente, la viola en un granero. Como la “ultrajada” se muestra encantada de la vida y los tres muertos no parecen quejarse de su nueva situación, los aldeanos se plantean la posibilidad de contratar los servicios del pistolero, ya que los tres predecesores de los matones están a punto de salir de prisión y por algún motivo no le tienen especial cariño a los lugareños. Pero… ¿quién es ese tío? ¿Es Buffalo Bill? ¿Es Billy el Niño? ¡No! ¡Es Clint Eastwood!



“Infierno de Cobardes” es la segunda película de Clint Eastwood como director, en la que también hace las veces de protagonista, además de producir la cinta a través de su compañía Malpaso. Como bien dice Nacho Vigalondo, es una película “dirigida y protagonizada por Clint Eastwood, en aquella época en la que los cinéfilos todavía no se habían enterado de que era bueno, quizá porque estaban muy ocupados echando pestes de Sergio Leone”. Con poco dinero y un escenario más bien reducido (la historia transcurre prácticamente en su totalidad en un pequeño pueblo), el bueno de Clint construye un western muy original y bastante sombrío, que debe mucho a Sergio Leone.

La película gira en torno al personaje del forastero, un pistolero sin nombre que aparece en el pueblo como por arte de magia y comete, entre otras, las tropelías antes mencionadas. Cuando los habitantes le ofrecen lo que desee (literalmente) a cambio de su protección, no se pueden ni imaginar que lo sucedido el primer día les va a parecer un chiste. Aprovechando su nueva licencia, el forastero decide divertirse, dedicándose a humillar constantemente a los lugareños. El colofón llega cuando les obliga a pintar todo el pueblo de color rojo, para prenderle fuego al final de la película. Esto da sentido al título español, una traducción libre del original, “High Plains Drifter”, que significa algo así como “El Vagabundo de la Altiplanicie”. La verdad es que no hay color.



Por supuesto, a medida que avanza la historia nos preguntamos quién es realmente el forastero, y qué motivos le han podido llevar hasta Lago e inducirle a comportarse de semejante modo. Poco a poco se nos irán facilitando los detalles, y comprobaremos que se aplica el viejo principio causa-efecto: todo tiene un por qué, y todo hijo de vecino tiene su merecido. Lo único que no tenemos es la voz de Constantino Romero, ya que en esta ocasión es el difunto Manuel Cano (la voz de Hannibal Smith en “El Equipo A”) quien dobla a Clint Eastwood, lo que puede descolocar a algunos de sus admiradores. La película data de 1973, cuando Constantino aún no era la voz habitual de Eastwood. No obstante, ello no supone una merma de calidad en el producto, porque Cano era un pedazo de profesional. Lo que pasa es que la costumbre es la costumbre, y a estas alturas resulta curioso oír a Clint con otra voz.

Un doblaje algo controvertido, porque en la escena final revela un posible origen del pistolero, cosa que no sucede en la versión original, de la que cambian la última frase del personaje. Una teoría distinta, que cuenta con bastantes adeptos, defiende que se trata de un espíritu que vuelve del más allá para llevar a cabo su venganza. Hay quien va más lejos y asegura que se trata del mismo personaje que protagoniza “El Jinete Pálido”. Yo tengo mis razones para pensar que no lo es, aunque en efecto se trata de dos personajes muy, muy parecidos. De todos modos, si nos basamos en los hechos que se ven en la película, ambas teorías, tanto la española como la original, pueden ser válidas.

En resumen, un western a la medida de Clint Eastwood, con un protagonista anónimo, de esos que tanto le gustan, un ángel vengador que resulta insólitamente terrenal. Un antihéroe al que vemos llevar a cabo acciones propias de un villano, y que a pesar de ello nos cae bien. ¿Seremos así de malos?

© Zineman