[Cine] La Terminal
Debido a la puntería del calendario, que este año ha acertado a colocar el día de Navidad en lunes (por cierto, feliz cumpleaños, Carmen), la entrega del día 25 se adelanta a hoy viernes. La semana que viene repetiremos la jugada con la crítica correspondiente al 1 de enero, que se publicará el día 29 (por cierto, San Zineman). Cuánta celebración, ¿no?
El cine nos ha dejado muchas comedias para el recuerdo. Si la película de la que hablamos hoy tuviera sesenta años más, hubiera sido rodada en blanco y negro, y estuviera dirigida por Frank Capra y protagonizada por James Stewart, estaría considerada como una de las mejores comedias de la historia. Lamentablemente, sólo tiene unos dos años, fue rodada en color, y está dirigida por Steven Spielberg y protagonizada por Tom Hanks, dos “aficionados” en la cosa esta del cine. No sé por qué, pero existe cierta tendencia a despreciar lo nuevo sólo porque es actual. O tal vez a sobrevalorar lo viejo porque es antiguo. Qué más da…
“La Terminal” nos cuenta la historia de Viktor Navorski, un súbdito del ficticio país de Cracosia (inicialmente el guión decía Eslovenia, pero después se decidió que era más conveniente inventarse un país) que viaja a Nueva York. Desgraciadamente para él, mientras su avión se encuentra en el aire tiene lugar un golpe de estado en su país, con lo que su pasaporte ha quedado anulado hasta que la situación política se resuelva. Sin documentos, Viktor no puede entrar en los Estados Unidos, pero tampoco puede regresar a Cracosia, así que debe permanecer en la terminal internacional del aeropuerto Kennedy.
La llegada de Viktor coincide con una época de transición, ya que el comisario del aeropuerto está a punto de jubilarse y el segundo de a bordo, un funcionario obsesionado con el estricto cumplimiento de las normas, no está dispuesto a dejar escapar su gran oportunidad. Para él, Viktor no es más que un accidente, un hombre que se ha colado por una grieta del sistema, por lo que dedicará todos sus esfuerzos a intentar deshacerse del pobre Navorski, convirtiéndolo en el problema de otro.
La gran baza de Viktor es la simpatía que despierta entre los trabajadores de la terminal, llegando a entablar amistad con muchos de ellos, y algo más con una guapa azafata de United Airlines. Todos ellos se pasan la película preguntándose el motivo que ha llevado a Viktor a viajar hasta Nueva York, y deducen que debe estar relacionado con una lata de cacahuetes que el despatriado guarda celosamente entre su equipaje.
El reparto está encabezado por Tom Hanks en el papel de Viktor Navorski. Le acompañan Stanley Tucci, como Dixon, el riguroso comisario en funciones; Catherine Zeta Jones, que interpreta a Amelia, la azafata de la que Viktor se enamora; y Chi McBride (el avieso jefe de “House” durante la primera temporada de la serie), Diego Luna y Kumar Pallana, como los mejores amigos de Viktor en la terminal. El saxofonista Benny Golson hace un cameo en la parte final de la película.
A primera vista, “La Terminal” es una película con un punto de partida tremendamente simple: un señor que se queda atrapado en el aeropuerto. Y efectivamente, así es. Cuando fui al cine, me preguntaba cómo narices se las habría arreglado el guionista para desarrollar la premisa y extenderla lo suficiente como para llenar una película. A fe mía que lo consiguió. Parece increíble cómo una idea tan sencilla puede dar tanto de sí.
Porque “La Terminal” tiene mucha más sustancia de la que cabría esperar. Aunque la película se base fundamentalmente en la interpretación de Tom Hanks, el resto de personajes también están lo suficientemente definidos. Dixon es un villano atípico, ya que en realidad no es una mala persona, como demuestra el hecho de que al final se dé por vencido, sino que simplemente es un obseso del reglamento. Amelia sale poco tiempo en pantalla, y la breve historia de amor termina como tiene que terminar, porque tiene lugar entre dos perfectos desconocidos (sin embargo, se rodó un final alternativo en el que Amelia acompaña a Viktor hasta Manhattan). Por su parte, los amigos de Viktor son gente sencilla que intenta disfrutar de la vida en la medida de sus posibilidades.
En un plano más concreto, tenemos divertidas escenas como los apuros iniciales de Viktor para conseguir comida, su visita diaria al mostrador de visados, o su búsqueda de empleo. También descubrimos el ingenio de Navorski, que aprende el idioma estudiando con dos guías turísticas iguales, una en ruso y otra en inglés (aunque el idioma que Tom Hanks habla en la película es búlgaro), y ayuda a un viajero ruso a burlar las normas de Dixon para que pueda llevar medicinas a su padre enfermo. Las escenas con Amelia también tienen su jugo, como la cena “improvisada” en una terraza de la terminal, o el descubrimiento del contenido de la famosa lata (atención a la cara de Catherine Zeta Jones durante esta escena, en la que se le caen las lágrimas de verdad).
Por supuesto, queda sitio para las curiosidades. La película está inspirada en la historia de Mehran Nasseri, un refugiado iraní que en 1988 aterrizó en el aeropuerto Charles De Gaulle de París, procedente de Inglaterra. Las autoridades británicas no le permitieron la entrada en su país, ya que le habían robado el pasaporte y el certificado de refugiado emitido por Naciones Unidas. Como las autoridades francesas no le permitían abandonar el aeropuerto, se instaló en la Terminal Uno. Con el paso de los años le ha sido concedido el derecho de entrar en Francia o regresar a Irán, pero parece ser que prefiere permanecer en la terminal y contar su historia a todo aquel que quiera escucharla. O leerla, porque se narra en un libro titulado “The Terminal Man”.
Otra anécdota interesante es la foto que Viktor enseña a Amelia, en la que aparecen 57 músicos de jazz. Se trata de una foto auténtica, y fue tomada por el fotógrafo Art Kane durante una mañana del verano de 1958, en el barrio neoyorquino de Harlem. Se titula “A Great Day in Harlem”.
Como decía al principio, “La Terminal” es una comedia muy suave, al más puro estilo de Frank Capra y James Stewart, y es triste que por ser una película contemporánea no se la valore en su justa medida. Por supuesto, es cuestión de gustos, pero yo creo que “La Terminal” tiene poco que envidiarle a las obras maestras de antaño.
© Zineman
El cine nos ha dejado muchas comedias para el recuerdo. Si la película de la que hablamos hoy tuviera sesenta años más, hubiera sido rodada en blanco y negro, y estuviera dirigida por Frank Capra y protagonizada por James Stewart, estaría considerada como una de las mejores comedias de la historia. Lamentablemente, sólo tiene unos dos años, fue rodada en color, y está dirigida por Steven Spielberg y protagonizada por Tom Hanks, dos “aficionados” en la cosa esta del cine. No sé por qué, pero existe cierta tendencia a despreciar lo nuevo sólo porque es actual. O tal vez a sobrevalorar lo viejo porque es antiguo. Qué más da…
“La Terminal” nos cuenta la historia de Viktor Navorski, un súbdito del ficticio país de Cracosia (inicialmente el guión decía Eslovenia, pero después se decidió que era más conveniente inventarse un país) que viaja a Nueva York. Desgraciadamente para él, mientras su avión se encuentra en el aire tiene lugar un golpe de estado en su país, con lo que su pasaporte ha quedado anulado hasta que la situación política se resuelva. Sin documentos, Viktor no puede entrar en los Estados Unidos, pero tampoco puede regresar a Cracosia, así que debe permanecer en la terminal internacional del aeropuerto Kennedy.
La llegada de Viktor coincide con una época de transición, ya que el comisario del aeropuerto está a punto de jubilarse y el segundo de a bordo, un funcionario obsesionado con el estricto cumplimiento de las normas, no está dispuesto a dejar escapar su gran oportunidad. Para él, Viktor no es más que un accidente, un hombre que se ha colado por una grieta del sistema, por lo que dedicará todos sus esfuerzos a intentar deshacerse del pobre Navorski, convirtiéndolo en el problema de otro.
La gran baza de Viktor es la simpatía que despierta entre los trabajadores de la terminal, llegando a entablar amistad con muchos de ellos, y algo más con una guapa azafata de United Airlines. Todos ellos se pasan la película preguntándose el motivo que ha llevado a Viktor a viajar hasta Nueva York, y deducen que debe estar relacionado con una lata de cacahuetes que el despatriado guarda celosamente entre su equipaje.
El reparto está encabezado por Tom Hanks en el papel de Viktor Navorski. Le acompañan Stanley Tucci, como Dixon, el riguroso comisario en funciones; Catherine Zeta Jones, que interpreta a Amelia, la azafata de la que Viktor se enamora; y Chi McBride (el avieso jefe de “House” durante la primera temporada de la serie), Diego Luna y Kumar Pallana, como los mejores amigos de Viktor en la terminal. El saxofonista Benny Golson hace un cameo en la parte final de la película.
A primera vista, “La Terminal” es una película con un punto de partida tremendamente simple: un señor que se queda atrapado en el aeropuerto. Y efectivamente, así es. Cuando fui al cine, me preguntaba cómo narices se las habría arreglado el guionista para desarrollar la premisa y extenderla lo suficiente como para llenar una película. A fe mía que lo consiguió. Parece increíble cómo una idea tan sencilla puede dar tanto de sí.
Porque “La Terminal” tiene mucha más sustancia de la que cabría esperar. Aunque la película se base fundamentalmente en la interpretación de Tom Hanks, el resto de personajes también están lo suficientemente definidos. Dixon es un villano atípico, ya que en realidad no es una mala persona, como demuestra el hecho de que al final se dé por vencido, sino que simplemente es un obseso del reglamento. Amelia sale poco tiempo en pantalla, y la breve historia de amor termina como tiene que terminar, porque tiene lugar entre dos perfectos desconocidos (sin embargo, se rodó un final alternativo en el que Amelia acompaña a Viktor hasta Manhattan). Por su parte, los amigos de Viktor son gente sencilla que intenta disfrutar de la vida en la medida de sus posibilidades.
En un plano más concreto, tenemos divertidas escenas como los apuros iniciales de Viktor para conseguir comida, su visita diaria al mostrador de visados, o su búsqueda de empleo. También descubrimos el ingenio de Navorski, que aprende el idioma estudiando con dos guías turísticas iguales, una en ruso y otra en inglés (aunque el idioma que Tom Hanks habla en la película es búlgaro), y ayuda a un viajero ruso a burlar las normas de Dixon para que pueda llevar medicinas a su padre enfermo. Las escenas con Amelia también tienen su jugo, como la cena “improvisada” en una terraza de la terminal, o el descubrimiento del contenido de la famosa lata (atención a la cara de Catherine Zeta Jones durante esta escena, en la que se le caen las lágrimas de verdad).
Por supuesto, queda sitio para las curiosidades. La película está inspirada en la historia de Mehran Nasseri, un refugiado iraní que en 1988 aterrizó en el aeropuerto Charles De Gaulle de París, procedente de Inglaterra. Las autoridades británicas no le permitieron la entrada en su país, ya que le habían robado el pasaporte y el certificado de refugiado emitido por Naciones Unidas. Como las autoridades francesas no le permitían abandonar el aeropuerto, se instaló en la Terminal Uno. Con el paso de los años le ha sido concedido el derecho de entrar en Francia o regresar a Irán, pero parece ser que prefiere permanecer en la terminal y contar su historia a todo aquel que quiera escucharla. O leerla, porque se narra en un libro titulado “The Terminal Man”.
Otra anécdota interesante es la foto que Viktor enseña a Amelia, en la que aparecen 57 músicos de jazz. Se trata de una foto auténtica, y fue tomada por el fotógrafo Art Kane durante una mañana del verano de 1958, en el barrio neoyorquino de Harlem. Se titula “A Great Day in Harlem”.
Como decía al principio, “La Terminal” es una comedia muy suave, al más puro estilo de Frank Capra y James Stewart, y es triste que por ser una película contemporánea no se la valore en su justa medida. Por supuesto, es cuestión de gustos, pero yo creo que “La Terminal” tiene poco que envidiarle a las obras maestras de antaño.
© Zineman
Etiquetas: Cine
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