[Cine] El Club de la Lucha
La primera regla del Club es no hablar del Club de la Lucha.
La segunda regla del Club es que ningún socio debe hablar del Club de la Lucha.
En cuanto a la tercera, es: si alguien grita “Basta”, flaquea o desfallece, el combate se acaba.
La cuarta, que sólo habrá dos luchadores.
La quinta, sólo habrá una pelea cada vez.
La sexta, se peleará sin camisa ni zapatos.
Séptima regla: las peleas durarán el tiempo que sea necesario.
Y la octava y última regla: si esta es vuestra primera noche en el Club de la Lucha, tenéis que pelear.
David Fincher es uno de esos directores que no dejan indiferente a nadie. Procedente del negocio de la publicidad, debutó en 1992 con “Alien 3”, aunque fue en 1995 cuando dio la gran sorpresa con “Se7en”, uno de los thrillers más inquietantes de los 90. En 1997 volvió a las andadas con “The Game”, una película agradablemente tramposa siempre que el espectador muestre algo de complicidad por su parte, y anticipo parcial de la que llegaría dos años después.

“El Club de la Lucha” está protagonizada por un personaje anónimo, un perito de automóviles que padece insomnio y descubre que la mejor medicina es infiltrarse en sesiones de terapia de grupo: enfermos de cáncer, alcohólicos, deudores, etc. Cuando su problema parece haberse resuelto, descubre que alguien le ha copiado la idea. Se trata de Marla, una joven tan misteriosa como ocurrente:
- El condón es el zapatito de cristal de nuestra generación. Reservas uno cuando conoces a un extraño, bailas toda la noche, y luego lo tiras. El condón, claro, no al extraño.

La irrupción de Marla hace que nuestro protagonista vuelva a sufrir de insomnio, ya que el hecho de que alguien más haga trampas le recuerda que él también es un impostor. Pero una nueva solución a su problema está por llegar. Durante un viaje de trabajo conoce a Tyler Durden, un vendedor de jabón con unas ideas un tanto radicales acerca de la sociedad actual:
- Veo mucho potencial, pero está desperdiciado. Toda una generación trabajando en gasolineras, sirviendo mesas o siendo esclavos oficinistas. La publicidad nos hace desear coches y ropas. Tenemos empleos que odiamos para comprar mierda que no necesitamos. Somos los hijos malditos de la Historia, desarraigados y sin objetivos. No hemos sufrido una gran guerra, ni una depresión. Nuestra guerra es la guerra espiritual. Nuestra gran depresión es nuestra vida. Crecimos con la televisión que nos hizo creer que algún día seríamos millonarios, dioses del cine o estrellas del rock, pero no lo seremos, y poco a poco lo entendemos… Lo que hace que estemos muy cabreados.
Para Tyler, el problema del hombre actual es la pérdida total de su identidad, y culpa de ello a su excesiva dependencia de los bienes materiales, a los que considera como una parte indispensable de sí mismo, cuando lo que en realidad hacen es convertirlo en un objeto a él también:
- No sois vuestro trabajo. No sois vuestra cuenta corriente. No sois el coche que tenéis. No sois el contenido de vuestra cartera. No sois vuestros pantalones. Sois la mierda cantante y danzante del mundo.
Juntos, los dos nuevos amigos fundarán el Club de la Lucha, un grupo que se reúne por las noches para que sus integrantes puedan atizarse de lo lindo. Con el tiempo, Tyler promoverá una serie de actividades alternativas cada vez más peligrosas, lo que situará al narrador en una encrucijada que no habrá de resolverse hasta el sorprendente final de la película.

El reparto está encabezado por Brad Pitt y Edward Norton, que interpretan a Tyler Durden y al anónimo narrador. Les acompaña Helena Boham Carter en el papel de Marla, y el cantante Meat Loaf interpreta un secundario muy curioso. El guión se basa en la novela homónima de Chuck Palahniuk, aunque cambia el final de la historia. El propio Palahniuk afirmó que el final de la película le gustaba más que el de su novela.
“El Club de la Lucha” es una película con más contenido del que parece. Cuando se anunciaba en los cines, el trailer mostraba únicamente a un grupo de personas que montaban peleas clandestinas. Sin embargo, la trama es mucho más profunda, y constituye toda una puñalada a la cultura de la famosa Generación X.
Para aquellos que hayan oído campanas y no sepan por dónde, diremos que el concepto de Generación X pretende englobar a los que nacimos en la década de los 70 y lo hemos conocido o vivido casi todo: desde la cadena de televisión única hasta la puesta en marcha de las plataformas digitales via satélite; desde los televisores en blanco y negro y sin mando a distancia hasta las pantallas de plasma; desde los vinilos y las cintas Beta hasta los CD’s y los DVD’s; desde las máquinas de escribir Olivetti hasta los ordenadores portátiles; desde los teléfonos de disco hasta los teléfonos móviles de tercera generación (y las que seguirán); desde las canicas hasta la videoconsola, por no hablar de Internet. Hay quien dice que tanto cambio y tan rápido nos ha chamuscado las neuronas y nos ha despojado de toda identidad (de ahí la X). Tampoco nos faltan defensores, gente que afirma que nuestra generación posee el potencial y los medios para ser culturalmente más rica que ninguna otra.
Dejando aparte las habituales artimañas de Fincher para desorientar al espectador, la película denuncia la alienación del individuo, provocada por un consumismo exacerbado, alentado casi siempre por la publicidad. Esta creación de falsas necesidades esclaviza a la persona sin que ella misma se dé cuenta:
- Lo que posees acabará poseyéndote. Únicamente cuando se pierde todo somos libres para actuar.
Es posible que esta carga crítica sea difícil de percibir en toda su dimensión, ya que el espectador suele distraerse con la mala leche, la estética macarra y los drásticos métodos de Tyler, pero un segundo visionado de la película puede ser muy revelador. Al principio, el protagonista está atrapado en una espiral materialista, como él mismo nos explica, pero su encuentro con Tyler marca el principio de un despertar, de una evolución que le hace parecerse cada vez más a su nuevo amigo. Para él, Tyler Durden representa todo lo que le gustaría ser.

Tanto la novela como la película cuentan con legiones de seguidores, enfrascados en un reñido debate sobre cuál de las dos es mejor. Probablemente haya cosas de la novela que mejoran en la película, y viceversa. Como hemos dicho antes, el autor de la novela, Chuck Palahniuk, no tuvo ningún reparo en confesar que le gustaba más el final de la película que el de su libro. En lo que sí parecen estar de acuerdo es en su opinión sobre el videojuego: no lo pueden ni ver. Según dicen, es un invento puramente comercial.
También se unen para defender a Palahniuk de los constantes ataques de los enemigos que se granjeó el día que publicó “El Club de la Lucha”. Lo acusan de fomentar la autodestrucción, el nihilismo, la misoginia, la violencia gratuita, el vandalismo, etc. Hay quien tacha su novela de homoerótica, utilizando la homosexualidad de Palahniuk para criticarlo. Vamos, que sólo les ha faltado organizar quemas colectivas de ejemplares del libro. Por su parte, los defensores de “El Club de la Lucha” recuerdan que el narrador se enfrenta a Tyler cuando éste se vuelve realmente peligroso, y que un lector con dos dedos de frente puede sacarle el verdadero jugo a la historia.
Lo mismo se puede decir de la película, que cuenta con el director perfecto. Como decía al principio, David Fincher puede gustar o no, pero en ningún caso deja indiferente al espectador, y menos aún con “El Club de la Lucha”. Su Tyler Durden es uno de los antihéroes más populares de finales del siglo XX, un personaje que da miedo por dos razones: por su radical forma de actuar… y porque tiene razón en muchas cosas.
© Zineman
Etiquetas: Cine
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, escribe tu nombre para facilitar el seguimiento de este hilo de comentarios. JeSúS Club
<< Volver a la página principal