Uno de los géneros que más echamos de menos aquellos que hemos crecido durante los 80 es el de las películas de aventuras para el público infantil y juvenil. Nos hemos criado con “Los Goonies” y la trilogía de Indiana Jones, y eso nos ha acostumbrado mal.
A finales de 2004, la Disney quiso resucitar esa gallina, y sus intereses se sumaron a los de Nicolas Cage, que deseaba prolongar su lamentable trayectoria profesional post-Oscar. Así nació “La Búsqueda”, un sucedáneo de “Los Goonies” del siglo XXI, con un protagonista al que le gustaría ser una versión moderna de Indiana Jones, usando Internet y todas esas cosas. No es coña, si os fijáis bien veréis que los buenos utilizaban Google y los malos Yahoo.
El punto de partida de “La Búsqueda” era bastante tópico. El famoso tesoro de los templarios, que ha ido creciendo con cada civilización que lo ha custodiado, podría haber llegado a manos de los independentistas estadounidenses. El último guardián del secreto, ya moribundo, habría entregado las claves necesarias para encontrarlo al conductor de su carruaje, Thomas Gates. A lo largo de los años, la historia pasaba de generación en generación dentro de la familia Gates, hasta que, casi dos siglos más tarde, uno de sus miembros, Ben, consagraba su vida a la búsqueda del tesoro.
La película era bastante entretenida, y hay que reconocer como un punto a su favor el descaro a la hora de reinventar la propia historia estadounidense. Dado que el país tiene poco más de dos siglos de vida, su historia cabe en la tapa de un yogur, y no es nada comparada con la de cualquier país europeo. Sin embargo, no por ello deja de ser una película orientada al público más joven y al fomento del consumo de palomitas. Además, el malo maloso era bastante de chiste.
Tres años más tarde (hay que ver lo rápido que pasa el tiempo), nos llega la segunda parte, con el subtítulo de “El Diario Secreto”. La historia arranca con Ben Gates intentando que se declare héroe nacional a su tatarabuelo Thomas (las fechas me hacen suponer que no se trata del Thomas de la primera parte, sino de su hijo), por haber evitado que los confederados se hicieran con un fabuloso tesoro y cambiaran el resultado de la Guerra de Secesión.
En ese momento entra en escena Mitch Wilkinson, tataranieto de uno de los conspiradores que planearon el asesinato de Abraham Lincoln, que posee una de las páginas perdidas del diario de John Wilkes Booth. Esta nueva prueba sugiere que Thomas Gates podría haber formado parte de la conspiración. Para limpiar el nombre de su antepasado, Ben y su padre se embarcan en la búsqueda del nuevo tesoro, a fin de demostrar que su antepasado fue un héroe y no un traidor.
El reparto está nuevamente encabezado por Nicolas Cage como Ben Gates, acompañado por Justin Bartha, Diane Kruger, Jon Voight y Harvey Keitel en los papeles de Riley Pool, Abigail Chase, Patrick Gates y el agente Sadusky. Los nuevos fichajes son la oscarizada Helen Mirren, que sigue la estela de Nicolas Cage e interpreta a la madre del protagonista, y Ed Harris, que hace de malo maloso de turno. Dirige Jon Turtletaub, el mismo de la primera parte.
La nueva “Búsqueda” lleva a Ben Gates a París, Londres y Washington D.C., para finalizar en el Monte Rushmore. En esta ocasión, el guión se centra menos en la aventura para explotar el dudoso potencial cómico de las parejas Cage-Kruger y Voight-Mirren, por no mencionar que el nuevo villano es aún más flojo que en la película anterior. El colmo del despropósito llega cuando el protagonista se ve obligado a secuestrar al Presidente, con el objetivo de que le permita examinar un libro que contiene todos los secretos de la historia del país, y al que sólo tiene acceso el jefazo en ejercicio.
En resumen, esta segunda parte es una fotocopia de la anterior, y de todos es sabido que con cada copia se pierde calidad progresivamente. No os extrañe que dentro de otros tres años tengamos una tercera búsqueda, con tremendos desafíos como el que se planteaba en uno de los trailers, hacerle la petaca al Papa.
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