[CINE] El Hijo de la Novia

“El Hijo de la Novia” no es otro que Rafael Belvedere, propietario del restaurante que lleva por nombre el apellido de su familia, y que consume las 24 horas de cada uno de sus días. Por supuesto, llega el momento en que tanta tensión le pasa factura, en forma de infarto de miocardio. En ese preciso instante, Rafael descubre que la vida le ha pasado de largo: el trabajo en el restaurante le ha costado el divorcio, le ha hecho perderse la infancia de su hija, y le impide avanzar en la relación con su novia, que le exige un mayor compromiso. Por si esto fuera poco, su madre padece el mal de Alzheimer, y está entrando en la peor etapa de la enfermedad.
- ¿Sabés lo que no entiendo? Por qué te peleaste con tu vieja, Rafa. Si es divina, tu vieja. ¿Te mandaste alguna cagada?
¬- No… Las normales, qué sé yo. Anduve medio perdido algunos años, pero nada. No, la cagada fue cuando largué la abogacía. Ahí sí se vino la guerra. Yo no sé qué tenía soñado ella para mí, pero parece que no le cubrí las expectativas. Fue terrible, como si le arruinara la vida. Como si fuera el responsable… qué sé yo de qué. Anduvimos no sé cuánto tiempo sin hablarnos. Yo saltaba de laburo en laburo, mal con Sandra, mal con todo, no me gustaba nada. Al final agarré el restaurante porque no me quedaba otra. Y ahí medio como que empecé a asentarme un poco, a armar algo. Bah, me terminó de cagar el matrimonio, pero me fue bien. Me fue bien. Lo levanté, porque estaba medio caído. Eso me hizo bien. Muy bien. Ahí, justo ahí, cuando podía empezar a mostrarle algo, algo que podía hacer, para tirárselo en la jeta y que me deje de joder para siempre con que no era nadie… Bah, qué sé yo, para que se quede contenta… Viene esta puta enfermedad de mierda… Y ahora no lo puede ver. No lo puede ver. Ahora no lo puede ver.
La impotencia de Rafael es compartida por su padre, Nino, que ante el progresivo deterioro de su esposa Norma decide concederle su deseo de toda la vida: casarse por la Iglesia. Comienza así la historia de un complicado casamiento, que servirá de hilo conductor para repasar la vida de Rafael, conocer y comprender sus problemas, y empezar a poner un poco de orden.
El reparto está encabezado por Ricardo Darín (que se dio a conocer en nuestro país con “Nueve Reinas”), Héctor Alterio y Norma Aleandro en los papeles de Rafael, Nino y Norma Belvedere. Natalia Verbeke es Naty, la novia de Rafael, y Eduardo Blanco interpreta a Juan Carlos, un amigo de la infancia de Rafael. Dirige Juan José Campanella, también coautor del guión.
A pesar de la crudeza del punto de partida, “El Hijo de la Novia” es una película que sorprende agradablemente al espectador. En efecto se trata de un drama en toda regla, pero evita la tentación de centrarse en el problema del Alzheimer, lo que le permite eludir la lágrima facilona. La enfermedad actúa como mera raíz de la idea de la boda, y el verdadero protagonista de la película, tal como avanza su perfecto título, es Rafael, cuyo infarto hace que despierten sus sentidos. El susto no sirve para resolver sus problemas, pero sí para que abra los ojos y se dé cuenta de que tiene que hacer algo con su vida, pudiendo ser la boda de sus padres un buen comienzo. En ellos, Rafael ve finalmente el reflejo de lo que él desea llegar a ser algún día.

- Yo venía por lo de mi papá.
- Ah, sí. Sí, hablé con la Curia, y llegué a hablar con la Suprema Corte del Derecho Canónico.
- ¿Y?
- Quedaron todos sumamente conmovidos con la historia de sus padres. Es más, le cito textualmente lo que sobre su padre me dijo el Doctor-barra-Obispo Monseñor Colombo. Me dijo: “Este hombre no necesita a Dios. Este hombre es Dios.” ¿Qué le parece?
- Que no nos dan el permiso.
- Con todo el dolor del alma, le garantizo. Rafael, el matrimonio, además de ser un sagrado sacramento, es un contrato, y como todo contrato tiene tres condiciones: discernimiento, intención no espuria y libertad. Y bueno, lamentablemente, su madre no tiene discernimiento.
- No, no, no, no, yo no le puedo decir esto a mi papá. Es un hombre mayor. Escúcheme, Dios tiene que entender. Él también es un viejo.
- Dios no es viejo ni joven, ni hombre ni mujer, ni blanco ni negro…
- No, ese es Michael Jackson, Padre. Escúcheme, lo tendría que ver a mi papá. Parece que tuviera veinte años de nuevo.
- Bueno, si quiere puedo hablar con él…
- ¿Pero qué le va a decir? ¿Qué le va a hablar de discernimiento a un hombre que sigue enamorado después de cuarenta y cuatro años? Honestamente, Padre, ¿usted cree que las siete parejas que se vienen acá a casar por sábado tienen discernimiento? ¿No le da ganas a veces de decirles: “Bueno, chico, tu pareja no es lo maravillosa que vos creés que es”, “Este tiene una cara de chanta infernal”, “Ella no va a ser tan comprensiva dentro de tres años”? ¿Por qué no me pidieron discernimiento a mí cuando me casé? ¿Sabe la mala sangre que me hubiera ahorrado? No, cuando me casé, totalmente víctima del amor, algo que ustedes trafican hace dos mil años, me recibieron con los brazos abiertos. Diez años después, ya totalmente en mis cabales y con un discernimiento espantoso, me quiero separar y me dicen: “No, ahora no se puede”. ¡Por favor, Padre, ahora resulta que para ser católico hay que razonar! Mi mamá no razonaba cuando la bautizaron, pero en ese momento no importó. Había que aumentar la clientela, ¿no? El primero te lo regalan, el segundo te lo venden y después se borran.
- Nadie se borra, y mucho menos la Iglesia. Dios te acompaña a todas partes.
- Sí, pero siempre pago yo, Padre. Alguna vez podría invitar la casa.
- Hay una opción. Se llama sanamiento en raíz. Es un trámite que consiste en considerar la fecha del civil como comienzo de la unión.
- Mi papá no quiere un trámite, Padre. ¿No se da cuenta? Él lo único que quiere es cumplirle el sueño a mi mamá, que era casarse por la Iglesia. ¿Cómo no se da cuenta, Padre? ¡Es un acto de amor del que yo no soy capaz! ¡Mire qué flor de eslogan se están perdiendo: cuarenta y cuatro años de amor! ¡Lo tendrían que poner en un poster en vez de darle la espalda!
Por supuesto, como se puede ver, el proceso es largo y duro. Al principio, Rafael opta por la solución radical. Culpa de todo al restaurante, y decide venderlo. Incluso piensa en mudarse a México para criar caballos, sin darse cuenta de que eso es un auténtico disparate. Según va avanzando la historia, Rafael va tomando conciencia de que no tiene un problema sino varios, y de que el restaurante no era ninguno de ellos, sino una excusa. Gracias al apoyo de los suyos, y a su implicación en la aventura nupcial de sus padres, se irá dando cuenta de que él es la raíz del problema, y por lo tanto también de la solución.
- Lo hice todo mal. Todo mal. Nunca te escuché, nunca te di bola a todo lo que me dijiste. Pero parece que lo vi, el problema, y dicen que si lo ves, eso es parte de la solución. La cagada es que no te dicen qué parte es: el cincuenta por ciento, el dos por ciento, no lo sé. Pero yo creo que me hizo bien la terapia. La intensiva, digo. No es verdad que no quiero tener más problemas. Lo que yo no quiero son los problemas con las cuentas, los proveedores, todo eso, pero quiero los tuyos, quiero los de Vicky, los de mi viejo…Te lo juro. Son mi familia, yo los quiero ayudar, ¿entendés? Mirá, yo quiero vivir toda una vida con vos, llena de problemas, los tuyos y los míos, porque esos son problemas, y el que no tiene esos problemas… Bueno, ese es el mayor problema que puede tener.

Todo esto hace de “El Hijo de la Novia” una película muy tierna de principio a fin, que huye en todo momento de sentimentalismos baratos gracias a un guión muy trabajado y con unos personajes muy bien definidos, interpretados magníficamente por un reparto muy compensado, que sale airoso de un reto francamente difícil.
- Antonio Belvedere, ¿acepta por esposa a Norma Pellegrini, para amarla y cuidarla, en salud y enfermedad, hasta que la muerte los separe?
- Y después también.
Aquí cerramos el año cinematográfico 2008, que para mí ha sido muy difícil (jodido es en realidad la palabra) en el terreno profesional por varios motivos, algunos de los cuales he compartido con vosotros en esta web. A lo largo del año me lo han ido quitando todo, y ahora ya no me queda nada más que tristeza, rabia y odio. Tristeza por la oportunidad perdida, rabia por los sucios motivos que han provocado esta situación, y odio hacia sus responsables, cuya talla humana y profesional ha quedado demostrada desde hace tiempo, en especial la del sujeto de las treinta monedas de plata. Al menos Judas tuvo la decencia de ahorcarse.
Durante más de un año he estado luchando contra los molinos, perdiendo una batalla tras otra, y contemplando, sin poder hacer nada para evitarlo, cómo se desmantelaba uno de los mejores equipos de trabajo que ha existido y existirá jamás. Cuando sabes que tu trabajo no va a servir para nada, cada día que pasa te resulta más difícil levantarte por la mañana (de dormir ni hablamos). Lógicamente, esto me ha afectado enormemente en el aspecto laboral y se ha ido abriendo paso en el terreno personal.
Al igual que en malas épocas pasadas, esta sección de cine ha vuelto a ser refugio durante la tempestad, y espero que siga siéndolo, al menos hasta que la marea cambie.
Muchas gracias por la parte que os toca, y feliz Año Nuevo 2009.
© Zineman
Etiquetas: Cine
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