[CINE] Siete Días de Mayo

Hoy comenzamos el curso 2009 volviendo en cierto modo a los orígenes. Hace algo más de cuatro años abrimos las puertas (o mejor dicho, ventanas) de esta sección de cine. Por aquel entonces, en nuestras dos primeras críticas salió a relucir el nombre de John Frankenheimer, y comenté que algún día tendría que hablaros un poco más de este señor. Hoy cumplo con aquel compromiso, recordando la que para mí es una de sus mejores películas.

Los Estados Unidos son un país de lo más interesante. A pesar de tener poco más de dos siglos de historia, pueden enseñarnos mucho en varios campos. Uno de los más importantes es la política, en el que nos llevan una ventaja tremenda. No estoy diciendo que no cometan errores, pero sí que han aprendido de los nuestros, y por lo menos cometen errores nuevos, que ya es algo. Al otro lado del charco, se valora mucho más a la persona que al partido al que pertenece, de modo que el político se lo tiene que currar a base de bien, porque responde personalmente ante su electorado, y los votantes se lo demuestran en cuanto tienen ocasión.

En pocas palabras, los yanquis se toman la política mucho más en serio que nosotros, y dentro de sus fronteras la democracia es sagrada. Digo dentro porque fuera se lo toman de otra manera: si hay que derrocar un gobierno extranjero, se derroca; si hay que apoyar a un dictador, se le apoya (y si dentro de unos años se pone tonto, se aplica el supuesto anterior); si hay que invadir un país, se invade; si hay que bombardear, se bombardea; etc. Pero eso es harina de otro costal, hoy hablamos de política interior. ¿Qué pasaría si esa democracia, tan ejemplar y orgullosa de sí misma, se tambaleara?

1970. El presidente Jordan Lyman no atraviesa su mejor momento. En plena Guerra Fría, acaba de culminar con éxito su iniciativa más ambiciosa en materia de política exterior: un tratado de desarme nuclear con la Unión Soviética. Sin embargo, esta firma le ha pasado factura a la Administración Lyman, ya que ha dividido al país en dos bandos. La facción contraria al tratado ha encontrado a su cabecilla ideal en la persona del general James Mattoon Scott, Jefe del Estado Mayor. Explotando hábilmente el miedo a un ataque nuclear soviético, el general está ganando cada vez más adeptos.

Con el país en tan delicada situación, uno de los ayudantes del general, el coronel Martin “Jiggs” Casey, detecta varios detalles extraños en los círculos militares. Tras juntar las piezas de las que dispone, Casey llega a una aterradora conclusión, lo que le lleva a pedir urgentemente una cita con el presidente Lyman:

- ¿Le asusta llamar a las cosas por su nombre?
- No, señor.
- Pues hable claro, se lo ruego.
- Creo, señor Presidente, que se trata de una conspiración para apoderarse del gobierno, y que el próximo domingo es el día elegido para ello.



Tonto el último. A partir de ese momento, el Presidente reúne un equipo de personas de confianza para investigar la hipótesis de Casey, y tomar las medidas necesarias para impedir el golpe de estado, en caso de que el coronel esté en lo cierto. Todo ello con unos pocos días de margen.

El reparto está encabezado por Kirk Douglas y Burt Lancaster en los papeles de Casey y Scott, estupendamente acompañados por Fredric March como el presidente Lyman. Entre los secundarios podemos ver a Martin Balsam y Edmond O’Brien, que interpretan a dos de los hombres de confianza del Presidente. Ava Gardner tiene un pequeño papel como antigua amante del general Scott. Dirige John Frankenheimer.

“Siete Días de Mayo” es un ejemplo excelente de cómo un buen guión puede mantener la tensión a lo largo de casi dos horas de película, sin necesidad de disparar ni un solo tiro. Destacan sobre todo los primeros cuarenta minutos, centrados en el coronel Casey y en el conflicto de lealtades al que le conducen sus sospechas. A partir de ese momento, Kirk Douglas cede gran parte de su protagonismo a Fredric March, que borda su papel de Presidente, culminando con la discusión entre Lyman y Scott en el Despacho Oval. Por supuesto, Burt Lancaster es el otro punto fuerte de la película, aunque sus apariciones en pantalla estén bastante dosificadas.

Cierto es que el paso de los años y el final de la Guerra Fría han quitado algo de fuerza a la trama. En la época de su estreno aún estaba caliente el cadáver de Kennedy, cuyas discrepancias con el general Curtis LeMay, de las Fuerzas Aéreas, hicieron correr ríos de tinta, sobre todo a raíz de la crisis de los misiles de Cuba. De hecho, hay quien afirma que el general, indignado por la negativa de Kennedy a emplear armas nucleares para destruir los silos cubanos, llegó a plantear la idea de derrocar al Presidente. “Siete Días de Mayo” podría haberse inspirado en esta hipótesis. La novela en la que se basa la película echaba un poco más de leña al fuego, situando la acción en 1974, poco después del final de una guerra con Irán que ha terminado en empate, un conflicto muy similar a la Guerra de Corea.



Lógicamente, el escenario ha cambiado por completo, ya que han pasado más de cuarenta años desde entonces. Sin embargo, “Siete Días de Mayo” no deja de ser una excelente historia de política-ficción, protagonizada por algunos de los mejores actores del momento y rodada con mucha sobriedad. Lástima que los productores de hoy en día hayan perdido la costumbre de leer un poco de vez en cuando.

© Zineman