[Cine] Trainspotting
Elige la salud, colesterol bajo y seguros dentales. Elige pagar hipotecas a interés fijo. Elige un piso piloto. Elige a tus amigos.
Elige ropa deportiva y maletas a juego. Elige pagar a plazos un traje de marca en una amplia gama de putos tejidos. Elige el bricolaje y preguntarte quién coño eres los domingos por la mañana. Elige sentarte en el sofá a ver teleconcursos que embotan la mente y aplastan el espíritu mientras llenas tu boca de puta comida basura.
Elige pudrirte de viejo cagándote y meándote encima en un asilo miserable siendo una carga para los niñatos egoístas y hechos polvo que has engendrado para reemplazarte. Elige tu futuro. Elige la vida.
Pero… ¿por qué iba yo a querer hacer algo así? Yo elegí no elegir la vida. Yo elegí otra cosa.
¿Y las razones? No hay razones. ¿Quién necesita razones cuando tienes heroína?
En 1996, una irreverente película sobre el mundo de la droga irrumpía con fuerza, polémica y éxito en las pantallas de todo el mundo. Estamos hablando, cómo no, de “Trainspotting”.
La historia de “Trainspotting” comienza con Mark Renton y su amigo Spud huyendo a la carrera tras robar en un supermercado, momento que Renton aprovecha para hacer un flashback y contarnos la sucesión de acontecimientos que le han llevado hasta ahí. Los protagonistas son un grupo de amigos, la mayoría drogadictos, que sobreviven como pueden en la Escocia de los 90: el propio Renton, al que ya conocemos; Spud, compañero de “carrera” de Renton en la escena inicial; Sick Boy, un admirador incondicional de Sean Connery, que se sabe de memoria todas sus películas; Begbie, un matón con problemas de autocontrol; y Tommy, la oveja blanca del grupo.
Durante el flashback de Renton y la media película que le da continuidad después, vamos conociendo un poco más a estos chavales. Renton, Spud y Sick Boy son drogadictos empedernidos, y dado que Begbie y Tommy no comparten su afición, Renton intenta justificarse ante el espectador y convencerlo de las bondades de la droga mientras yace en el suelo del salón de su camello habitual, la Madre Superiora (al que llaman así porque lleva mucho tiempo con el hábito).
En este sentido, “Trainspotting” es la primera película que se atreve a contar la historia desde el punto de vista del drogadicto, lo que le da un punto de originalidad… y, por supuesto, de polémica. No son pocos los que acusan a “Trainspotting” de hacer apología de la drogadicción, aunque, como sucede a veces con este tipo de películas, hay que verlas más de una vez y reflexionar un poco antes de poner el grito en el cielo.
Comencemos por el principio. En los primeros minutos de la película, Renton nos explica sus motivos para engancharse a la heroína: una persona normal tiene que preocuparse de la familia, el trabajo, la casa, las facturas, el coche, etc, pero un drogadicto sólo se tiene que preocupar de conseguir su próxima dosis. Enseguida vemos que Spud y Sick Boy están de su parte, pero Begbie y Tommy no quieren saber nada de las drogas, lo que no deja de tener su gracia, porque Begbie es alcohólico, y un psicópata en ciernes:
Begbie tampoco le pegaba a las drogas. Sólo le pegaba a la gente. Eso era lo que le daba marcha. Su propia adicción sensorial.
A partir de ese momento empezamos a complicarlo todo. Renton toma la decisión de dejar la droga, y al principio le pasa un poco como al del chiste, que dice que dejar de fumar es fácil porque él lo hace todos los días. Por otra parte, Tommy, ese chico tan sano que no se drogaba ni decía mentiras, se sumerge de un día para otro en el mundillo, tras romper con su novia y deprimirse. Aquí hay quien le echa la culpa a Renton, por una broma pesada que le gasta a su amigo, pero lo cierto es que la relación no marchaba muy bien, como se puede ver en la escena de la discoteca, cuando las chicas están retocándose el maquillaje en el baño y Tommy y Spud están esperando fuera.
Pero no nos despistemos. El caso es que Renton consigue desengancharse, se muda a Londres, busca un trabajo honrado y hace todas esas cosas que hace la gente normal. Lo malo es que su pasado le persigue, sobre todo cuando Begbie elige su casa para ocultarse mientras huye de la policía. Por su parte, Spud y Sick Boy tampoco tardan en volver a entrar en su vida para proponerle un negocio, por supuesto ilegal y relacionado con la droga. Al final, parece que Renton consigue romper con todo, aunque ello le obligue a abandonar a sus hasta entonces amigos.
La película está protagonizada por Ewan McGregor, Ewen Bremner, Robert Carlyle, Jonny Lee Miller y Kevin McKidd como Renton, Spud, Begbie, Sick Boy y Tommy. El rockero Iggy Pop no participa directamente en la película, pero su presencia es notoria, con algún diálogo sobre él, varios posters y un par de canciones en la banda sonora, destacando el marchoso “Lust For Life”, que abre la película por debajo del monólogo de Renton con el que empieza esta crítica. Dirige Danny Boyle, en lo que sería el techo de su carrera (o al menos así se ha empeñado en demostrarlo desde entonces), con guión de John Hodge basado en la novela de Irvine Welsh. Antes de su salto al cine, el libro fue convertido en una obra de teatro que cosechó un gran éxito en el Reino Unido, con Ewen Bremner (el actor que interpreta a Spud) en el papel de Renton. Welsh tiene un papelito como camello, además del dudoso honor de ser doblado por Santiago Segura.
El trabajo de todos estos actores es sencillamente perfecto, destacando el Renton de Ewan McGregor, que se erige como un antihéroe moderno, riéndose de James Dean y de todos esos jóvenes rebeldes de la historia del cine que esperan morir antes de hacerse viejos. Renton sabe perfectamente lo que hace y por qué lo hace. En otras palabras, es un tío sencillo, no un pelmazo predecible, y la interpretación de McGregor no tiene nada que envidiarle al Travis Bickle que Robert de Niro nos regaló en “Taxi Driver”.
¿Qué más tiene de especial “Trainspotting”? Pues es la primera película contada desde el punto de vista de un drogadicto, que comparte con nosotros las ventajas y desventajas que ve en la heroína. Tan pronto vemos a Renton inmerso en su mundo feliz como planeando dejar la droga de un día para otro. En cierto modo, “Trainspotting” transmite una sensación similar a la de “Quills”, con una historia que trata un tema muy serio de forma bastante ligera, sorprendentemente divertida en algunos momentos y con algunas escenas muy duras en otros.
Esto puede causar cierta incomodidad en el público, sobre todo si se pretende resolver el debate entre apología y moralismo que comentábamos antes. Personalmente, creo que este debate no tiene razón de ser, porque “Trainspotting” no pertenece a ninguno de los dos bandos, sino que se limita simplemente a contar una historia, sin acusaciones ni defensas, riéndose de todos los convencionalismos sociales existentes. Una historia de drogadictos que viven en un barrio obrero de Edimburgo y que se dedican a poco más que salir del paso y tomarse el pelo unos a otros. Una historia que, como todo en esta vida, tiene luces y sombras, y tiene un principio y un final.
O tal vez no. Irvine Welsh escribió en 2002 una continuación, titulada “Porno” y ambientada diez años después de “Trainspotting”. Danny Boyle asegura estar esperando a que los actores envejezcan visiblemente para rodarla, y haciendo gala de su sentido del humor añade que seguramente la espera sea muy larga, debido a la vanidad de los actores. Di que todo eso se resuelve con dinero…
© Zineman
Etiquetas: Cine
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