[IJ] La Última Cruzada

En 1988, George Lucas, Steven Spielberg y Harrison Ford vuelven a unir sus esfuerzos para cumplir el contrato que les obliga a rodar tres películas de Indiana Jones. Al igual que en “Indiana Jones y el Templo Maldito”, se intenta dar un nuevo enfoque a las aventuras del arqueólogo. Para ello se escriben varios guiones diferentes. El favorito de Lucas tiene lugar en un castillo encantado, pero Spielberg no quiere volver a rodar “Poltergeist”, y la idea es desechada. Es entonces cuando Lucas rescata una vieja idea, poniendo sobre la mesa el Santo Grial. Spielberg alberga ciertas dudas, ya que no cree que este objeto tenga la fuerza suficiente, al contrario de lo que sucedió años atrás con el Arca de la Alianza. Su parte de razón tiene, ya que el primer borrador del guión no queda muy bien.

Para aumentar las posibilidades del Grial, Spielberg recurre a una de sus manías: incluir la figura paterna. Desarrollando la relación de Indiana Jones con su padre, podremos descubrir a la persona que inspiró al protagonista. La idea es hacer una “buddy movie” con padre e hijo, donde el padre es más académico y crítico y el hijo es más activo. Spielberg quiere sostener la película convirtiendo la búsqueda del padre y la búsqueda del Grial en una misma cosa. Para ello, el Grial ha de convertirse en la obsesión del profesor Henry Jones, el objetivo al que dedica toda su vida. Inesperadamente, el Grial será también la causa que reúna a padre e hijo, tras varios años separados por culpa de su diferencia de opiniones acerca de la arqueología. De este modo se logra esa fusión de búsquedas planteada y pretendida por Spielberg.



En la lista de candidatos para interpretar a Henry Jones sólo figura un nombre: Sean Connery, que acepta el papel sin dudarlo. “Indiana Jones y la Última Cruzada” se beneficia enormemente de su presencia, ya que comparte el protagonismo con Harrison Ford (por no decir que se lo roba), lo que permite mostrar algunas facetas de Indy que hasta ahora habían permanecido ocultas. Un ejemplo perfecto es el larguísimo prólogo, donde visitamos el Utah de 1912 para descubrir a un Indiana Jones adolescente, miembro de los boy scouts.

Para el papel del joven Indiana Jones, Harrison Ford recomienda a River Phoenix, su antiguo compañero de reparto en “La Costa de los Mosquitos”, donde interpretaban a un padre y su hijo. Durante su aventura descubrimos detalles como el motivo de su fobia con las serpientes (pocos minutos después de sorprendernos demostrando que aún carece de ella), o el origen de su cicatriz (Harrison Ford tiene una cicatriz auténtica en la barbilla, fruto de un accidente de coche). El final del prólogo permite situar a su padre y darle mayor profundidad a la historia, dosis de aventura aparte.



“Indiana Jones y la Última Cruzada” recupera en cierto modo el espíritu de “En Busca del Arca Perdida”. Nuevamente hay por medio un objeto religioso, que provoca un enfrentamiento con los nazis, y reaparecen los personajes que faltaban en “Indiana Jones y el Templo Maldito”: el excavador Sallah y el académico Marcus Brody. El personaje de Sallah apenas sufre alteraciones, pero Brody deja de representar la figura paterna, ya que en esta ocasión aparece el verdadero padre de Indy, y se recicla en un personaje bastante más cómico y patoso que el de la primera película.

La chica de turno es la doctora Elsa Schneider, interpretada por Alison Doody. Este personaje es totalmente diferente de sus predecesoras, resultando más calculadora y traicionera (es lo que tiene pasarse al bando de los malos, claro). El villano principal es Walter Donovan, un millonario estadounidense interpretado por Julian Glover, que se une a los nazis para encontrar el Grial. El matón de turno es el coronel Vogel, interpretado por Michael Byrne, y el habitual Pat Roach ve disminuida su participación, con apenas un par de papeles prácticamente testimoniales.

El tercer Indiana Jones es bastante viajero. Para encontrar a su padre se desplaza hasta Venecia, donde tiene tiempo de buscar pistas acerca del Grial, sufrir una persecución y averiguar el paradero de su padre. Por supuesto, Elsa Schneider no se libra de las penurias a las que están condenadas las protagonistas femeninas de la saga, y se ve obligada a enfrentarse a miles de ratas en las catacumbas de Venecia. Viene a ser la continuación lógica de las serpientes del Arca y los bichos del Templo. De Venecia viajamos a Alemania, donde por fin conocemos a papá Jones y descubrimos para quién trabaja la chica. Peleas, persecuciones, un encuentro casual con Hitler, un viaje en dirigible bajándose en marcha… Tal vez no muy original, pero eficaz.

La parte final de la película tiene lugar en el desierto, donde Indy se enfrenta a todo un batallón de nazis, armados con tanques y todo. En un cañón del desierto se oculta el templo que alberga el Grial, para cuya entrada Spielberg toma prestada la ciudad de Petra, en Jordania. En el interior del templo se produce una situación límite, ya que Indy debe trabajar contrarreloj para encontrar el Grial y salvar la vida de su padre, moribundo tras recibir un disparo de Donovan. Para ello debe superar tres pruebas, que representan la Ira, la Palabra y el Sendero de Dios (esta última es sencillamente genial). Por supuesto, al final Indy consigue salvar a su padre, con el que se ha reconciliado, y los malos mueren todos.



La película se estrena en el verano de 1989, y supone un nuevo éxito de taquilla. Por su parte, la crítica se deshace en elogios al tándem Ford-Connery, destacando la excelente química que existe entre ambos.

“Indiana Jones y la Última Cruzada” resulta menos original que sus dos predecesoras, y basa su potencial en la presencia de Sean Connery y en una mayor profusión de situaciones cómicas. A mí es la que menos me gusta, y buena prueba de ello es el hecho de que esta semana omitimos la lista de escenas para el recuerdo, porque prácticamente no hay ninguna. Cuando oímos hablar de Indiana Jones, las primeras escenas que nos vienen a la mente no pertenecen a “Indiana Jones y la Última Cruzada”, ¿verdad?

De todas maneras, es una estupenda película de aventuras, aunque sacrifique buena parte de la acción en beneficio de la comedia, y su imaginativo final (el guión va de menos a más) la hace digna de la saga de Indiana Jones.

El universo Indiana Jones

Mientras se habla sin cesar de una hipotética cuarta entrega de Indiana Jones, los años han ido pasando sin que se produzca ningún avance definitivo en tal sentido. George Lucas, Steven Spielberg y Harrison Ford se han mostrado siempre a favor. De hecho, Ford es el más necesitado, ya que para encontrar su último gran éxito hay que remontarse años y años. “El Fugitivo”, su última película realmente buena, se estrenó en 1993.

Los problemas de agenda han sido la excusa permanente. Spielberg lleva varios años rodando sin parar, y Lucas ha estado muy ocupado con la producción de su segunda-ah-no-primera trilogía de “La Guerra de las Galaxias”. En los tiempos muertos han pasado por sus manos varios posibles guiones, y los últimos rumores afirman que por fin han encontrado uno que les guste. También se dijo que Spielberg podría dedicarse de lleno al proyecto cuando terminara el rodaje de “Munich”, pero sabemos que no ha sido así. Kate Capshaw hablaba del verano de 2006 como fecha de inicio del rodaje, pero sus declaraciones parecen más bien un alarde de optimismo.



Durante todos estos años, Indy ha traspasado los límites de la gran pantalla. Tenemos cómics, novelas, juegos de ordenador (con los que pasé mis buenos ratos cuando era estudiante de EGB y BUP), e incluso una serie de televisión, “Las Aventuras del Joven Indiana Jones”, en la que Indy conocía a varios personajes reales y participaba en diversos acontecimientos históricos. Aparecían las versiones infantil, adolescente y anciana de Indiana Jones, e incluso Harrison Ford hacía un cameo en un episodio (llevaba barba porque estaba rodando “El Fugitivo”).



La intención de Lucas era que el final de la serie enlazara con la trama de “En Busca del Arca Perdida” (lo que no deja de ser curioso, porque “Indiana Jones y el Templo Maldito” está ambientada un año antes). De este modo, habríamos visto a un joven Indy conociendo a Abner Ravenwood, a su hija Marion y a René Belloq. Esta idea podía servir para una temporada, pero Lucas se empeñó en rodar dos, lo que obligó a estirar la trama, metiendo a Indy con calzador en varios acontecimientos históricos del siglo XX, sin ninguna relación con la saga cinematográfica. El vínculo con el verdadero Indiana Jones se perdió totalmente. Por este motivo, la serie se convirtió en una amalgama de episodios buenos, aceptables y malos, y con tantos altibajos fue incapaz de enganchar a los espectadores. Después de la primera temporada, Lucas tuvo que echar el cierre.

A pesar de este revés, la franquicia de Indiana Jones ha supuesto importantes beneficios económicos para George Lucas, aunque su gallina de los huevos de oro haya sido siempre “La Guerra de las Galaxias”, donde el frikómetro marca valores bastante más altos. De todos modos, son dos hermanos prácticamente mellizos, que nacieron hace ya unos treinta años y que han colmado de satisfacciones a papá George. Ahora que el mayor se ha retirado (o al menos eso parece) del mundo del cine, aumentan las posibilidades de que el pequeño regrese a él. ¿Volveremos a ver la montaña de la Paramount fundiéndose con la escena inicial de la película? El tiempo lo dirá.

© Zineman