[Cine - Historia] 300

Han pasado más de cuarenta años desde el lobo y el invierno y, como entonces, no es miedo lo que siente. Sólo la inquietud, una percepción mejorada de las cosas. El suelo rocoso bajo sus pies. La brisa marina enfría rápidamente el sudor de su pecho y su cuello. Las gaviotas cantan, quejándose mientras devoran miles de cadáveres flotantes. La respiración rápida de los trescientos chicos que hay tras él… Dispuestos a morir sin dudarlo, todos ellos.

Dispuestos a morir.

Creen que saben lo que significa.

Los continuos enfrentamientos entre la antigua civilización griega y el Imperio Persa son históricamente conocidos como Guerras Médicas (el nombre no se debe a que tuvieran mucho que ver con la medicina, sino a que los griegos utilizaban el gentilicio “meda” como sinónimo de “persa”). Durante el transcurso de estas luchas tuvieron lugar batallas muy famosas, como Maratón, Salamina o las Termópilas. Esta última es la que hoy nos ocupa.



En el año 480 a.C., el emperador persa Jerjes I decidió ampliar sus dominios, fijando su atención en Grecia. Ante la inminente invasión, las polis griegas unieron sus fuerzas para luchar contra el enemigo común, pero la proporción era desoladora: cientos de miles de persas se enfrentaban a unos siete mil griegos. Entre estos últimos se encontraba Leónidas, rey de Esparta, al frente de sus hóplitas.

Esparta fue sin duda la polis más guerrera de todo el Peloponeso, y una de las más importantes de la Edad Antigua. La austeridad y rigidez de los espartanos eran fruto de un largo proceso histórico caracterizado por constantes sufrimientos, como invasiones militares o inclemencias meteorológicas. Si a esto le unimos una escasa población, dos eran las opciones que le quedaban a Esparta: fortalecerse al máximo o extinguirse. Los espartanos eligieron lo primero, y para ello convirtieron la disciplina y el honor en su forma de vida.

Los niños espartanos eran criados severamente, lo que los convertía en los mejores soldados de Grecia, y por extensión de todo el mundo antiguo. Al cumplir los seis años, la polis se hacía cargo del niño, que era sometido a un durísimo entrenamiento hasta alcanzar los veinte años. En ese momento era sometido a una prueba de fuego, la critia o caza del hombre, en la que un esclavo era liberado para que el aspirante a hóplita pudiera demostrar su valía capturándolo y matándolo. Al culminar la critia con éxito, el espartano estaba preparado para la guerra, y comenzaba un servicio militar de cuarenta años. Durante este servicio, el soldado defendería Esparta hasta la muerte, acompañando a su rey a la batalla para después regresar a casa con su escudo o sobre él.

Esta era la forma de vida de Leónidas y sus súbditos cuando las tropas de Jerjes atacaron Grecia. El rey sabía que su única posibilidad de triunfo era enfrentarse al enemigo en un espacio lo suficientemente estrecho como para anular la ventaja numérica de los persas. Ese lugar existía, y era conocido como el paso de las Termópilas. Durante tres días, los hombres de Leónidas causaron veinte mil bajas en las filas persas. Incluso los temidos batallones de Inmortales (llamados así porque cuando uno de ellos caía era inmediatamente sustituido por otro soldado) mordieron el polvo. Las pérdidas de Leónidas fueron ínfimas.



- Jerjes tiene muchos hombres, pero ningún soldado.

Cuando los griegos comenzaban a albergar esperanzas de vencer, Jerjes recibió la ayuda que tanto necesitaba. Un traidor focense, de nombre Efialtes, reveló al emperador la existencia de un sendero que permitiría a sus hombres rodear el paso de las Termópilas y atacar la retaguardia de los griegos. La noticia llegó a oídos de Leónidas, que escogió a trescientos de sus hombres según un riguroso criterio: sólo podrían acompañarle aquellos soldados que hubieran dejado descendencia en Esparta, de modo que ninguna familia quedase destrozada. Una vez conformado el batallón, Leónidas se dispuso a entrar en la Historia.

- ¡Espartanos! ¡Preparad vuestro desayuno y comed hasta saciaros, puesto que hoy no habrá cena!

Antes del combate, Jerjes envió emisarios para ofrecer una rendición honrosa a Leónidas y a sus hombres, advirtiéndoles de que en caso contrario entrarían en acción sus arqueros, tan numerosos que sus flechas cubrirían el sol, convirtiendo en noche el día. El soldado Dienices, que consideraba el arco como un arma poco honorable, ya que rehuía el enfrentamiento cuerpo a cuerpo, se encargó de contestar a los mensajeros de Jerjes:

- Tanto mejor. Así pelearemos a la sombra.

La batalla terminó de la única forma posible, con la muerte de Leónidas y sus trescientos hóplitas, además de unos setecientos tespianos. Todos ellos fueron enterrados en el paso de las Termópilas, y años después se erigió un monumento conmemorativo en el que se podía leer una frase del poeta Simónides:

Extranjero, ve a decir a Esparta que aquí yacemos, en cumplimiento de sus leyes.

Una vez disuelto el entusiasmo inicial causado por la victoria, Jerjes preguntó a sus consejeros si había en Grecia algún espartano similar a los trescientos uno que allí yacían. La respuesta era diez mil.

Unos cuantos siglos más tarde, en 1998, el guionista Frank Miller, del que ya hemos hablado en “Batman Begins” y “Sin City”, sorprendió a propios y extraños con un cómic sobre la historia de Leónidas, titulado simplemente “300”. Con una extensión de casi 100 páginas, dispuestas en un original formato apaisado y repartidas en cinco números titulados “Honor”, “Deber”, “Gloria”, “Combate” y “Victoria”, la obra obtuvo un éxito tremendo y cosechó gran cantidad de premios, aunque también recibió algunas críticas a causa de varias imprecisiones históricas, si bien el autor nunca pretendió que su obra tuviese el rigor de un libro de historia. Yo lo leí hace años y me pareció una auténtica gozada: breve pero intenso, y con unos diálogos excelentes.



- Se acercan los persas, señor. Un pequeño contingente. Demasiado para atacar.
- Quizás quieren charlar. Ahora voy. Capitán, estás al mando.
- Pero, señor…
- Tranquilo. Si me matan, toda Esparta irá a la guerra. Reza por que sean tan estúpidos, y nosotros tan afortunados.

Como comentábamos en la crítica de “Sin City”, Miller parece haberle perdido el miedo a esto de las adaptaciones cinematográficas, y por fin ha llegado la de “300”, que prometía ser tan fiel al cómic original como aquélla. Y lo cumple. A lo largo de casi dos horas, la narración de Dilios nos transporta a las mismas Termópilas que ideó y dibujó en su día Frank Miller.

- Leónidas. Razonemos. Sería una lástima… sería una locura…que tú y tus valientes soldados murierais por un simple malentendido.
- No te preocupes demasiado. Nos lo estamos pasando de maravilla.
- Valientes palabras. Espartanas. Tu tribu es fascinante. Nuestras culturas podrían compartir muchas cosas.
- Hemos compartido nuestra cultura con vosotros toda la mañana.

El único añadido que presenta el guión es una subtrama protagonizada por la reina Gorgo, esposa de Leónidas, que intenta convencer a los espartanos para que envíen tropas de apoyo a los combatientes. El resto, salvo alguna escena puntual, es prácticamente calcado al cómic. De hecho, todos los diálogos que podéis leer aquí pertenecen al texto original de Frank Miller. Ninguno de ellos ha sido extraído de la película, aunque encontraréis en ella versiones muy parecidas.

Recordadnos. Si algún alma pasa algún día por aquí, en cualquier momento futuro, que nuestras voces le susurren desde las antiguas piedras: Viajero, ve y di a los espartanos que aquí, por ley espartana, yacemos.



El papel de Leónidas está interpretado por Gerard Butler, una eterna promesa que no acaba de despegar y que con “300” intenta dar el salto definitivo. Entre sus soldados podemos reconocer a David Wenham (el Faramir de “El Señor de los Anillos”) como Dilios, y el brasileño Rodrigo Santoro se encarga de dar vida al gigantón Jerjes. Dirige Zack Snyder, el mismo de “Amanecer de los Muertos”, que suena con fuerza para llevar al cine la adaptación de “Watchmen”, el archipremiado cómic de Alan Moore.

“300” en cifras: 60 días de rodaje, 59 de ellos en interiores, sobre pantalla azul un 90% del tiempo y sobre pantalla verde un 10% (las capas rojas de los hóplitas quedan mejor sobre fondo azul); el día restante se empleó para rodar en exteriores la llegada a caballo de los emisarios persas a Esparta; 1500 planos, de los cuales 1300 contienen efectos visuales; la mayor parte de la película se filmó a alta velocidad, entre 50 y 150 cuadros por segundo (la velocidad normal es 24), así que las escenas a cámara lenta resultan muy fluidas.

No faltará quien diga que “300” es una película con grandes dosis de violencia. Pues sí, pero recordemos que estamos hablando de las Guerras Médicas, en el siglo V a.C., y que por aquel entonces los griegos y los persas jugaban a hacerse daño. Tampoco nos pasemos de listos, porque ni el cómic de Frank Miller ni la película pretenden ser históricamente rigurosos, sino entretener al espectador, acrecentando la leyenda de Leónidas. Por mi parte, me ha gustado bastante esta adaptación.

Y ahora… Aquí… En este rocoso fragmento de Grecia que llamamos Platea…¡Las hordas de Jerjes encontrarán su perdición!

Los bárbaros se acobardan. El terror invade su corazón con dedos de hielo, conscientes de lo que sufrieron ante las lanzas de aquellos trescientos. Ahora, en esta llanura, ven a diez mil espartanos… ¡a la cabeza de treinta mil griegos libres!

El enemigo nos supera en proporción de tres a uno. A los griegos nos vale. Hoy rescataremos al mundo de las antiguas tradiciones estúpidas… Y emprenderemos un futuro que será más brillante de lo que cualquiera podría imaginar. Dad las gracias, hombres, a Leónidas y sus trescientos…

¡…Y PREPARAOS PARA LUCHAR!

© Zineman