[Cine] El Niño con el Pijama de Rayas

De vez en cuando, el lector tropieza con un libro cuya historia no es fácil de describir o calificar. En el año 2006, el escritor irlandés John Boyne publicó un libro de ese tipo, con el simpático título de “El Niño con el Pijama de Rayas”. Lo más llamativo era su contraportada:

Aunque el uso habitual de un texto como este es describir las características de la obra, por una vez nos tomaremos la libertad de hacer una excepción a la norma establecida. No sólo porque el libro que tienes en tus manos es muy difícil de definir, sino porque estamos convencidos de que explicar su contenido estropearía la experiencia de la lectura.

No obstante, si decides embarcarte en la aventura, debes saber que acompañarás a Bruno, un niño de nueve años, cuando se muda con su familia a una casa situada junto a una cerca. Cercas como esa existen en muchos lugares del mundo. Sólo deseamos que no te encuentres nunca con una.

Por último, cabe aclarar que este libro no es sólo para adultos. También lo pueden leer, y sería recomendable que lo hicieran, niños a partir de los trece años de edad.

En fin, que el autor recomendaba encarecidamente comenzar a leer el libro sin saber absolutamente nada del argumento, y que los nuevos adolescentes participaran en dicha lectura. Sin embargo, es difícil no enterarse de algo hoy en día, por no mencionar que nos gusta saber en dónde nos metemos.

Estamos en el Berlín de 1943, y Bruno es hijo de un oficial del ejército nazi. Un día, al regresar a casa, el niño recibe la noticia de que su padre ha sido ascendido, y la familia debe trasladarse para acompañarlo en su nuevo destino, donde debe cumplir una importante misión. Su nuevo hogar se encuentra cerca de una alambrada, tras la que se puede ver un grupo de gente vestido con lo que parece un pijama de rayas. Se trata del campo de concentración de Auschwitz, del que el padre de Bruno ha sido nombrado nuevo comandante por el mismísimo Hitler, que le ha encomendado llevar a la práctica la “solución final al problema judío”.

El libro está escrito desde el punto de vista de Bruno, pero sin que el niño haga las veces de narrador. De este modo, los lectores infantiles comparten su extrañeza ante las situaciones que se describen, pero los lectores adultos comprenden al instante las atrocidades que se están cometiendo a poca distancia de su nueva casa. Incapaz de pronunciar correctamente palabras como “Auschwitz” o “Führer” (Bruno las convierte en “Auchviz” y “Furias”), su curiosidad por descubrir lo que hay más allá de la alambrada le lleva a conocer a Shmuel, un niño de su misma edad (de hecho, comparten cumpleaños), que viste continuamente el dichoso pijama de rayas. Conversando con él día tras día, Bruno descubre que Shmuel tampoco entiende lo que está pasando. Ninguno de los dos comprende el objetivo de la alambrada y de los pijamas, y sobre todo, por qué no pueden ser amigos.



La dureza de la historia se hace patente en varias situaciones que despiertan la curiosidad de Bruno, como la columna de humo negro que divisa desde su casa, o su incredulidad ante el hecho de que Pavel, el camarero de la familia (que también lleva pijama de rayas), sea médico de carrera y se dedique a pelar patatas y a servir la mesa. Otro de los momentos más violentos es su confesión de la envidia que siente por Shmuel, ya que él no tiene ningún pijama de rayas, ni amigos con los que jugar en su lado de la alambrada. Sin embargo, nada puede prepararnos para la escena más tremenda, el sobrecogedor final de la historia.

El éxito de la novela fue tal que en apenas dos años nos ha llegado la adaptación cinematográfica, absolutamente fiel al libro. Por hoy omito la mención del reparto y director, ya que lo que de verdad importa es la historia en sí. Baste decir que las interpretaciones son excelentes, y que el guión, como digo, recoge y hace suya toda la dureza del relato original, sin edulcorantes de ningún tipo. Después de Bruno, el personaje más interesante es sin duda alguna su madre, atrapada entre su decencia y la “misión” de su marido, y enriquecida con emociones que en la novela pertenecían a su suegra, cuyo papel en la película se ve bastante reducido. Me alegra que su nuera cinematográfica rescate los matices más valiosos de su versión literaria.

“El Niño con el Pijama de Rayas” es una película tan difícil de definir como el libro en el que se basa. Desde luego no es una película bélica, ni un drama del estilo de “La Lista de Schindler” o “El Pianista”. De hecho, me atrevería a decir que es aún más descorazonadora, ya que consigue reflejar toda la tragedia que rodea al Holocausto sin hacer la más mínima mención expresa del suceso. Tal vez sea esa la razón por la que resulta tan impactante, y por la que no me atrevo a rebatir el consejo de John Boyne, a pesar de los evidentes sucesos que Bruno no alcanza a comprender, ni siquiera al final de la historia. Es posible que los niños que lean el libro compartan los sentimientos del protagonista, y esto afiance su voluntad de evitar que se repitan unos hechos cuya existencia llegarán a conocer con el tiempo. De todos modos, esto es sólo una reflexión. La decisión corresponde a sus padres.

Que nadie se equivoque. “El Niño con el Pijama de Rayas” es una novela excelente y una película extraodinaria, pero su lectura/visionado puede provocar en el lector/espectador adulto un bajón de ánimo considerable, hasta el punto de dejarlo bastante jodido durante un par de días. Resulta paradójico que estemos ante una de las mejores películas del año, y que ésta produzca un efecto semejante, pero supongo que tratar temas tan desgarradores no sale precisamente gratis. Y sinceramente, creo que es mejor así.

© Zineman