6.3.06

[Cine-Historia] La Lista de Schindler

Esta semana se han aliado en mi contra una apretada agenda laboral y algún que otro problema de salud, así que he decidido hacerme fuerte en la DVDteca. En plena resaca de los Oscars, hablamos hoy de una de las grandes triunfadoras de la década de los 90, “La Lista de Schindler”.

En octubre de 1980, el escritor australiano Thomas Keneally se encuentra en Los Angeles, firmando ejemplares de su último libro. De camino al aeropuerto, se detiene en una tienda de Beverly Hills para comprar un maletín. Mientras espera la confirmación del pago con su tarjeta de crédito, el dueño de la tienda, un tal Leopold Pfefferberg, convence a Keneally para que escuche su historia. Es la historia de un empresario alemán, Oskar Schindler, y de los cientos de judíos a los que salvó de la muerte durante la Segunda Guerra Mundial. Al parecer, Pfefferberg le había contado su relato a todos los escritores o productores que habían entrado en su establecimiento (y en Beverly Hills los tenía a puñados). Todos ellos habían sido invitados a pasar a la trastienda, donde Pfefferberg guardaba dos armarios repletos de documentos relacionados con la historia de Schindler. Keneally decide entonces cuál va a ser el tema central de su próximo libro, que se publicará en 1982 con el título de “El Arca de Schindler”.



Años más tarde, arranca el proyecto para rodar la adaptación cinematográfica de la novela, con Martin Scorsese como director. Sin embargo, Scorsese cree que el director ideal para la película ha de ser un judío, y entonces intercambia proyecto con Steven Spielberg, que está preparando “El Cabo del Miedo”, un remake de “El Cabo del Terror”. En un principio, Spielberg asume únicamente la producción de la película, y Billy Wilder escribe un primer borrador del guión, además de encargarse de la dirección. No está claro el motivo por el que Wilder se baja de la silla de director: unas fuentes dicen que renuncia por su avanzada edad (más de 90 años) y por tratarse de un tema demasiado personal (perdió a su madre y a su abuela en el Holocausto); otras, que es Spielberg quien cambia de idea y decide dirigir él mismo la película. Es más creíble la primera opción, ya que después el trabajo es ofrecido a Roman Polanski, que lo rechaza porque, al igual que sucede con Billy Wilder, le toca muy de cerca por ser un superviviente del ghetto de Cracovia, el mismo que aparece en la película (años más tarde, Polanski encontraría la historia que quería contar, con "El Pianista"). También se dice que Spielberg toma la decisión de dirigir la película cuando los ejecutivos del estudio le preguntan por qué no hace simplemente una donación a alguna fundación, en lugar de gastar el tiempo y el dinero de todo el mundo en rodar una historia deprimente.

Sea como fuere, al final Spielberg toma las riendas, y se dedica a buscar a su Oskar Schindler. La primera opción es Alan Thicke, el doctor Seaver de “Los Problemas Crecen”, que rechaza el papel por “diferencias creativas y problemas de agenda”. Mejor, porque tiene mucha cara de americano (Spielberg, no sé qué le veías). El segundo de la lista es el suizo Bruno Ganz (el Adolf Hitler de “El Hundimiento”), que también declina la oferta. Spielberg llama a su amigo Harrison Ford, que también dice que no, ya que considera que la importancia de la historia podría pasar desapercibida para el público si el papel protagonista recayera en una estrella. Los siguientes candidatos son Liam Neeson y Stellan Skarsgaard. Al final es Neeson quien se lleva el gato al agua. Años más tarde, se la volverá a liar a su colega, apeándose de “El Exorcista: El Comienzo” para cederle gustoso tan “estupendo” vehículo de lucimiento. Marcador final: Neeson 3 – Skarsgaard 0. No, no es que haya contado mal, es que la del exorcista vale por dos. ¿No os acordáis?.



Sigamos. Ben Kingsley consigue el papel de Isaac Stern, el secretario judío de Schindler y auténtico cerebro de la empresa. Ralph Fiennes vence a Tim Roth en la pelea por el personaje de Amon Goeth, el malo de la película. Los papeles femeninos más importantes recaen en Caroline Goodall (señora de Schindler) y Embeth Davidtz (Helen, la criada judía de Goeth). A ellos se une un numeroso elenco de secundarios, entre los que no figura ninguna estrella de Hollywood. Ya lo dijo Harrison Ford: teniendo a los actores perfectos, ¿quién necesita celebridades? El resultado final es un reparto compensadísimo, que funciona a las mil maravillas, con un insuperable Liam Neeson a la cabeza.

“La Lista de Schindler” comienza en septiembre de 1939. Alemania ha invadido y conquistado Polonia en apenas unas semanas. En ese momento aparece en escena el vividor Oskar Schindler, un juntacadáveres que se propone sacar provecho de la situación. Los primeros minutos nos muestran cómo entabla amistad con los jerarcas nazis, iniciando el tráfico de influencias que le permitirá llevar a cabo sus planes: montar una empresa con mano de obra esclava judía, la más barata del país. Su desvergüenza llega hasta el punto de reunir un equipo de inversores judíos, a los que el dinero les resulta de poca utilidad ya, por lo que se ven obligados a aceptar un acuerdo a todas luces abusivo. También aparece la figura del contable judío Isaac Stern, que será el verdadero empresario y el artífice de la fortuna de Schindler, quien se limita únicamente a aportar sus influencias:



- …Y si quiere, usted podría dirigir la compañía.
- A ver si lo entiendo. Ellos pondrían el dinero, yo todo el trabajo… Disculpe la pregunta, ¿pero qué haría usted?
- Me encargaría de dar a conocer la compañía. De que tuviera cierto estilo. Eso se me da bien, no el trabajo. El trabajo no… la PRESENTACIÓN.


Bajo la hábil dirección de Stern todo marcha sobre ruedas, y el dinero empieza a llenar los bolsillos de Schindler. Sin embargo, a partir de la matanza del ghetto de Cracovia se irá gestando un cambio en el interior del “empresario”. Cuando el comandante nazi Goeth le comunica la inminencia de la “solución final”, Schindler decide invertir toda su fortuna en salvar a sus obreros judíos.

La película dura unas tres horas y está rodada en blanco y negro, a excepción de un pequeño prólogo y un final que aparecen en color, y que mucha gente tacha de fácilmente prescindibles. Puede que tengan razón: el prólogo es un fragmento de la oración del Sabbath y el epílogo es un tributo de los verdaderos Schindlerjuden a su salvador, donde tal vez Spielberg se pase de sensiblero (el hombre tiene sus vicios, como todos). Podemos ver cómo cada actor acompaña al personaje que interpreta en la pantalla, pasando al lado de la tumba de Schindler y dejando cada uno de ellos una piedra sobre la lápida (se trata de una costumbre judía, una señal de respeto al difunto). La persona que vemos al final, depositando dos rosas, es Liam Neeson (y no Steven Spielberg, como creen algunos).

De todos modos, estas dos situaciones no empañan un excelente catálogo de escenas, entre las que podemos destacar la fiesta inicial que Schindler monta en el club para ganarse el favor de los oficiales alemanes; la masacre del ghetto, que originalmente era una página en el guión y que acabó convertida en 20 páginas y 20 minutos de película a base de incluir testimonios de supervivientes, como la anécdota del judío despejando la calle de maletas (se trata de Leopold Pfefferberg); o la catarsis final de Schindler (otro de los vicios de Spielberg), cuando se arrepiente de no haber salvado más judíos:



- Generaciones enteras vivirán por lo que ha hecho.
- No he hecho lo suficiente.
- Ha hecho mucho.


Se trata de una escena muy dura, en la que Schindler mide el precio de las cosas en vidas humanas: un coche, 10 personas; una insignia de oro, al menos 1, tal vez 2. Si os fijáis bien, no es la clásica escena del tipo ¿Cuánto vale la vida humana?, a la que el cine nos tiene ya bastante acostumbrados, sino una situación totalmente opuesta, donde la vida humana deja de ser la mercancía para convertirse en la moneda. Cuando por fin se recupera, Schindler se aleja en su automóvil, en cuyas lunas vemos reflejados los rostros de sus antiguos empleados (otra debilidad más de Spielberg, los planos de reflejos).

Otra escena bastante fuerte es la de la niña del vestido rojo, cuyo cadáver descubre Schindler entre otros muchos, cargados sobre una carretilla. Este personaje está basado en una niña real, Roma Ligocka, que sobrevivió a la guerra y escribió un libro titulado “La Niña del Abrigo Rojo: Memorias”. Pero para mí la mejor escena es la redacción de la lista, en la que un hábil montaje alterna planos del despacho de Stern con los sobornos a Goeth y el intento de convencer a más empresarios para que sigan su iniciativa:



- Esta lista es el bien absoluto. Esta lista es la vida. Más allá de sus márgenes se extiende el abismo.

En definitiva, se trata de una película excelente, testimonio de la redención de un hombre que se enriqueció explotando la desgracia ajena, y después invirtió todo su botín en ayudar a aquellos de quienes se había aprovechado, en un intento por enmendarse. Para mí, “La Lista de Schindler” mejora con cada visionado, y es claramente la obra más personal de toda la carrera de Spielberg. Tanto es así que el director renunció a su salario, argumentando que para él sería dinero “manchado de sangre”. Su parte de los beneficios fue donada a la Shoah Fundation, una institución que se encarga de recoger testimonios de supervivientes de genocidios a lo largo de todo el mundo, no sólo del Holocausto judío (aunque Shoah es la palabra judía que designa el Holocausto).

Como película en blanco y negro, es la más cara de la historia y la que más ha recaudado en cines (algo más de 400 millones de dólares) si prescindimos de los ajustes por inflación. También es la primera ganadora del Oscar desde “El Apartamento” (1960), tras arrasar en la edición de 1993, con siete premios: película, director, guión adaptado, fotografía, montaje, dirección artística y banda sonora (de John Williams, como siempre). En el año 2002, Spielberg regresó a la universidad que había abandonado en 1968 para aprobar la única asignatura que le quedaba y graduarse en Ciencias y Artes Cinematográficas. Como trabajo final, los alumnos tenían que presentar un cortometraje, pero el profesor aceptó “La Lista de Schindler” en su lugar y Spielberg pudo enfundarse en la toga, calzarse el birrete y desfilar con sus jóvenes compañeros de promoción.

En España, “La Lista de Schindler” se cita a menudo como ejemplo de buen doblaje, y no son pocos los que lo consideran uno de los mejores de la historia. Voces como las de Salvador Vidal (Liam Neeson), Mario Gas (Ben Kingsley) o Juan Antonio Bernal (Ralph Fiennes) hacen de esta película un regalo para el oído, una auténtica obra maestra de la que afortunadamente no nos privó la huelga de actores de doblaje de 1993. Si es que a veces tenemos suerte y todo…

© Zineman

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3 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Exelente

01 noviembre, 2009 18:50  
Blogger estoyausente dijo...

insuperable...

05 abril, 2010 17:56  
Anonymous Anónimo dijo...

Es tan desgarradora como bella, tan cruda como real y tan emocionante como lamentable. Lo mejor que ví, cuanta inspiración!
Carlosmaer

09 marzo, 2011 13:21  

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