[Cine] Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal
Poco después se hizo público el llamativo (y demasiado largo) título de la nueva entrega, y en febrero de 2008 llegó el teaser trailer, que no tenía mala pinta e invitaba a soñar con una buena película, aunque algunos preferimos mantener la debida cautela. En marzo, George Lucas nos dio la razón, ya que pidió calma ante la expectación que se estaba generando, temeroso de que el público esperase más de lo que iba a recibir y saliese decepcionado de los cines. Aunque algunos profetas aprovecharon para ponerse chulos, los más prudentes preferimos esperar al trailer final, que vio la luz a primeros de mayo, y tampoco era para tirar cohetes. Poco después apareció un tercer y último trailer, que seguía sin desvelarnos nada más. La semana pasada se presentó la película en Cannes, cosechando críticas que cubrían todo el espectro. Por fin, la historia llegó a los cines de todo el mundo el pasado jueves.
A estas alturas, presentar a Indiana Jones es un trámite innecesario, sobre todo para aquellos que hemos crecido durante la década de los 80, a la que pertenecen sus tres aventuras anteriores. En 1981 pudimos ver cómo el doctor Jones buscaba el Arca de la Alianza, en una carrera contra los nazis. En 1984 “aterrizaba” en la India, donde tropezaba con una sangrienta secta que ansiaba el poder de cinco piedras mágicas. En 1989 recuperaba la temática cristiana y la pelea contra los nazis, siendo esta vez el Santo Grial el objeto de su búsqueda.
Han pasado diecinueve años desde entonces, y no precisamente en balde. Para hacer compatible el envejecimiento de Harrison Ford con el Indiana Jones de las anteriores películas de la saga, que estaban ambientadas en la década de los 30 (1936, 1935 y 1938 respectivamente, para ser exactos), la acción de la nueva aventura se sitúa en 1957, trasladando a la pantalla los 19 años transcurridos desde el estreno de “Indiana Jones y la Última Cruzada”. Debido a las fechas que se manejan, utilizar nuevamente a los nazis como villanos resulta del todo anacrónico, así que la mala malosa de turno es rusa. La temática cristiana queda también a un lado, aunque había reliquias sin explotar, como la Lanza del Destino, la Santa Cruz, el Santo Sepulcro y similares (si se quedan sin ideas, que le pidan consejo a Dan Brown). ¿Cuál es, entonces, el preciado objeto protagonista?
La respuesta la encontramos en el continente americano, donde a lo largo del siglo XX se realizaron distintas excavaciones arqueológicas en ruinas mayas y aztecas, fruto de las cuales se hallaron (supuestamente) varias calaveras talladas en cristal. El tamaño, forma y material de estas reliquias varía de una excavación a otra, pero no cabe duda de que se trata de reproducciones de calaveras humanas, cuyo perfecto acabado tuvo totalmente despistados a los científicos, ya que actualmente se requiere el uso de técnicas modernas (entre ellas el láser) para lograr un resultado de igual calidad. En fin, cada uno se come el coco con lo que quiere, pero la hipótesis más sólida es la del fraude, aunque en la película se opta por un origen alienígena (sí, el “bisho” ese que se ve en el centro del poster).
¿Cómo encaja todo esto? Pues no encaja, pero la historia comienza con Indiana Jones secuestrado por un grupo de soldados rusos en pleno desierto de Nevada y trasladado hasta unos almacenes secretos del ejército yanqui, los mismos que aparecían al final de “En Busca del Arca Perdida” (primer autoguiño de la noche). Estas instalaciones albergan algunos de los objetos más poderosos del planeta, pero para no llamar la atención están custodiados por cuatro soldados contados, así que los rusos no tienen problemas para deshacerse de ellos y encontrar lo que buscan: los restos del supuesto accidente alienígena de Rosswell (como se pudo ver en el trailer), concretamente el cadáver de un extraterrestre.
Sin embargo, no es eso lo que buscan los rusos, sino algo parecido, y en ese momento se inicia la carrera entre buenos y malos, que tras alguna que otra persecución en la universidad los llevará a todos a Sudamérica, donde el sinsentido se dispara, los despropósitos se acumulan y el espectador se desconcierta. Tenemos de todo: el joven motorista que se cree Marlon Brando (con el consiguiente interrogante acerca de si es Indy Jr. o no), el antiguo amor que reaparece (en un papel que parece escrito para Ana Obregón), el colega enloquecido, el amigo que cambia de bando tantas veces que al final ni se sabe a qué bando pertenece ni nos importa, la villana que da más risa que miedo, y las escenas supuestamente cómicas que a media película ya aburren. Las escenas finales, con apoteosis alienígena incluida, sólo se ven superadas por el brillante colofón de la película, el mayor sacrilegio cinematográfico desde la boda de 007.
El reparto está encabezado por un combustionado (no sé si existe esta palabra, pero quería hacer una gracia, acostumbrados como estamos al ab-uso del término “incombustible”) Harrison Ford, acompañado por Ray Winstone y Shia LaBeouf (el protagonista de “Transformers”). Karen Allen regresa 27 años después como Marion Ravenwood, y Cate Blanchett es la mala malosa. John Hurt (sobre el que se llegó a rumorear que interpretaría a Abner Ravenwood, padre de Marion, mencionado en “En Busca del Arca Perdida” y ya fallecido en dicha película) es el profesor Oxley, un colega de Indy que desaparece mientras busca la dichosa calavera. Jim Broadbent aparece brevemente como sucesor de Marcus Brody.
Ya durante la exhibición del teaser trailer hubo espectadores que hicieron de los efectos especiales su principal preocupación. Spielberg y Lucas afirman haber primado la utilización de efectos especiales tradicionales y equipos de especialistas, intentando reducir al máximo el uso del CGI (que estiman en un 30% de los planos, centrándose sobre todo en las pinturas mate de fondo) para mantener la coherencia estilística de la saga. Como yo soy un poco raro para según que cosas, me dio por preocuparme más del guión, aunque recordando siempre que estamos ante una cuarta parte, que se dice pronto.
El estreno me ha dado la razón. Por mucho que uno reduzca sus expectativas, y por lo tanto acote de antemano su posible decepción, el nuevo Indiana sobra. Cierto es que la película entretiene, en parte porque el principio es aceptable (con un Indiana Jones riéndose de sí mismo y de su edad), en parte porque es movida, y en parte porque a medida que avanza la historia el espectador está tan ocupado alucinando e indignándose que no tiene oportunidad de aburrirse. Cuesta entender que Lucas haya desechado guiones aprobados por Spielberg y Ford hasta dar con esta “joya”. Cuesta creer que estos dos le hayan seguido la corriente. Cuesta contenerse cuando se nos quiere vender esta nueva entrega como una digna continuación de la saga. Cuesta recordar a John Hurt diciendo que él firmó porque le convenció el guión, sobre todo su personaje (no te giba…), y no por añadir “Indiana Jones” a su curriculum.
Echo de menos a los nazis y a Mola Ram. Echo de menos a Sallah y a Tapón. Echo de menos a Henry Jones y a Marcus Brody. Echo de menos el Arca de la Alianza, las piedras Shankara y el Santo Grial. Echo de menos a Marion Ravenwood (la buena), a Willie Scott y a Elsa Schneider. Echo de menos a Spielberg (a mí no me engañan, esta la ha dirigido un primo suyo). Pero, por encima de todo, echo de menos a Indiana Jones.
En 1980, el trato inicial del Trío Calaveras con la Paramount contemplaba el rodaje de cinco películas. Semanas antes del estreno, Harrison Ford se apresuró a dejar clara su disposición para volver a ponerse delante de la cámara (normal, dudo que alguien lo fiche para una película después de ver esto). Se habla incluso de continuar la saga con el personaje de Shia LaBeouf, lo que supondría el tiro de gracia para la franquicia. Lo que hay que hacer, Lucas, es cambiar de actor, no de personaje. Mira qué bien les ha ido a los productores de James Bond, y eso que ya van por el sexto actor. ¿Cómo? ¿Sacrílego yo? ¿Pero tú has visto bien tu última película, muchacho?
En fin, ya ni llorar es bueno. Mantengamos la compostura, recemos por que Lucas, Spielberg y Ford tarden bastante más que otros diecinueve años en hacer de las suyas, y refugiémonos en la trilogía del auténtico Indiana Jones, un hito cinematográfico tan grande que jamás podrá ser deshonrado, ni siquiera por sus propios creadores. Eso sí, Lucas y Ford tienen ya dos velas negras (cada uno), y a Spielberg lo he puesto en libertad vigilada por los servicios prestados, pero que no se confíe.
© Zineman
Etiquetas: Cine
0 Comentarios:
Publicar un comentario
Por favor, escribe tu nombre para facilitar el seguimiento de este hilo de comentarios. JeSúS Club
<< Volver a la página principal